martes, 2 de abril de 2013

Michel Foucault - "Un peligro que seduce", inédito traducido al español


La obligación de escribir*


Este pequeño libro, primorosamente editado y con una excelente traducción, tiene un gran interés. Pocas dudas caben ya hoy acerca de la talla intelectual de Michel Foucault (1926-1984), uno de los pensadores más destacados del siglo XX. Pues bien, Un peligro que seduce es un "inédito", un texto desconocido hasta noviembre de 2011 cuando fue publicado en Francia, y que ahora podemos ya leer también en español. Su interés reside no sólo en que hasta ahora no fuera conocido sino, sobre todo, en lo que plantea: la relación íntima, interior, de Foucault con la escritura, acerca de la cual éste se explaya fluidamente en conversación con Claude Bonnefoy.


Es importante señalar que esa conversación tuvo lugar entre el verano y el otoño de 1968. El contexto, por tanto, es el inmediatamente posterior a la revuelta de mayo de 1968, un momento en el que Foucault habla e interviene públicamente, en particular acerca de la situación en las cárceles. En que se compromete, en definitiva. A la vez, la figura de Foucault tenía ya entonces una importante proyección en los ambientes intelectuales franceses. En 1966, había aparecido uno de sus libros más importantes: Las palabras y las cosas, al que seguiría, en 1969, su Arqueología del saber. Y ya en 1970 se produciría su nombramiento como Profesor de Historia de los sistemas del pensamiento en el Collège de France, cuyo discurso inaugural, titulado precisamente El orden del discurso reformula no pocas ideas que tienen su origen en manifestaciones recogidas en Un peligro que seduce.
En el punto de partida del mismo se advierte una cierta incomodidad de Foucault al tener que hablar desde un punto de vista personal de cuestiones que, según se irá aclarando, podrían así perturbar la pretensión de objetividad de alguien, dice, "cuyos trabajos son, en general y pese a todo, trabajos de historia" (p. 59). Pero las resistencias se vencen, y con ello podemos reconstruir cómo el acceso de Foucault a la escritura, tras muchas desconfianzas iniciales, se abre cuando vive en el extranjero, cuando advierte, con palabras que recuerdan a Fernando Pessoa, que "la única patria real, el único suelo sobre el que se puede andar, (…) es la lengua, aquella que se ha aprendido desde la infancia" (p. 35).
Es también importante saber que Foucault pone en relación esas desconfianzas iniciales hacia el habla y la escritura, con su ambiente familiar, con el racionalismo volcado en curar, y no en hablar, con el que actuaba su padre, un cirujano de provincia. De ahí, y del hecho de que sus textos se centren en la interrogación del pasado, brota una identificación con la figura de su padre y, a la vez, la expresión de lo que constituye el eje de gravedad de su relación con la escritura: "soy médico, digamos que soy diagnosticador. Quiero hacer un diagnóstico, y mi trabajo consiste en sacar a la luz, mediante la incisión misma de la escritura, algo que sea la verdad de lo que está muerto" (p. 49). Con ello tiene que ver, igualmente, la afirmación, que se repite con distintos matices, de que para él la escritura se  relaciona con la muerte.
Como referente teórico central, es obvio, está Nietzsche, para quien, dice Foucault, "la filosofía era ante todo un diagnóstico" (p. 51). A partir de todo ello, el despliegue de un método genealógico conduce a centrar en el análisis del discurso lo que se excluye y lo que se incluye en la expresión literaria de una cultura. Son, dice Foucault, "las reglas del discurso" las que permiten el funcionamiento de la lengua de un escritor, incluso aunque éste sea psicológicamente considerado un loco o un perturbado, como sucede en los casos de Raymond Roussel o Antonin Artaud.

Michel Foucault

A lo largo de toda la conversación resulta evidente que Foucault concibe la relación con la escritura como algo conflictivo. En lugar del "placer de escribir", él sitúa el arranque de la escritura en una "obligación", de la cual no se puede escapar. El placer de la escritura brotaría así de no infringir, de cumplir con esa obligación, que nos exige "llegar al extremo de la lengua", llegar "al extremo de cualquier lenguaje posible, para cerrar al fin con la plenitud del discurso la infinitud vacía de la lengua" (p. 72). Se trata, en definitiva, de introducir, mediante la escritura, un "alejamiento de lo que resulta demasiado próximo" (p. 78), de introducir "esa distancia que nos separa de la muerte y de lo que está muerto" (p. 81).
Muchas más aclaraciones van surgiendo en el curso de la conversación, como el papel desencadenante de Las Meninas, de Velázquez, en la escritura de Las palabras y las cosas, o el reconocimiento de una relación, hasta ahora no explícita, de la temática de "la muerte del hombre", tan central en ese libro, y todo lo que aquí se manifiesta en torno a la escritura. Aunque, en último término, lo que me parece central es esa vinculación que Foucault establece entre la escritura y la voluntad o deseo, imposible, de vencer el tiempo.

*Michel Foucault: Un peligro que seduce. Entrevista con Claude Bonnefoy, texto establecido y presentado por Philippe Artières. Tr. esp. de Rosario Ibañes y Julián Mateo; cuatro. ediciones, Valladolid, 2012. 103 pgs.

PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1086, 29 de marzo de 2013, p. 14.

1 comentario:

  1. José, muchísimas gracias por esta entrada, para muchos, entre los que me incluyo, el pensamiento de Foucault es una referencia ineludible, que se hace día a día más patente.
    Salud

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