Columnas imaginarias
Tengo que confesar mi aprecio
de siempre por la obra extremadamente sutil, y a la vez rotunda, de Mitso Miura
(Iwate, Japón, 1946). Este querido artista, nacido en Japón pero habitante en
España desde 1966, ha sabido ir desplegando a lo largo de su trayectoria toda
una serie de plasmaciones sobre el significado de la visión. Utilizando los más
diversos soportes: pintura, escultura, fotografía…, las obras de Miura
articulan en todo momento un diálogo entre la naturaleza y los ámbitos y
objetos producidos por los seres humanos y la experiencia interior. De este
modo, la imaginación y la memoria son, en realidad, los
verdaderos soportes de su trabajo, los que convierten las formas geométricas y
las reverberaciones del color en signos del inevitable paso del tiempo, de la
vida que fluye.
Mitsuo Miura ante una de las piezas de su instalación.
Memorias
imaginadas es,
precisamente, el título que Miura ha elegido para su instalación en el Palacio
de Cristal, una de las mejores intervenciones que recuerdo en un contenedor
especialmente difícil por sus características arquitectónicas y el entorno
exterior del Parque del Retiro. Miura ha dispuesto un conjunto de discos de
madera prensada, pintados de colores suaves, desvaídos, sobre el suelo y, sobre
ellos, en distintos planos elevados, en una prolongación en el mismo plano
vertical de los que están en el suelo, otros discos idénticos que están
suspendidos desde el techo. El espacio que separa los discos de de abajo de los
de arriba es un espacio materialmente vacío, pero mental y espiritualmente
pleno de recuerdos y experiencias, los que, dice el propio Miura, él ha ido
acumulando en su relación con el Palacio de Cristal a lo largo del tiempo.
Memorias imaginadas (2013). Vista de la instalación.
Fotografía: Joaquín Cortés/Román Lores.
En lugar de la
monumentalidad, la acotación, o el cierre del ámbito arquitectónico del
Palacio, lo que Miura ha buscado es convertirlo en un ámbito abierto de visión.
Algo que se subraya con el otro componente de su intervención: una serie de
franjas rectangulares de color azul pálido situadas en el zócalo del edificio,
con las que se busca establecer una comunicación entre dentro y fuera. Los
muros de cristal del Palacio permiten establecer una conversación entre las
columnas inmateriales formadas por los discos en el interior y los árboles y
espacios ajardinados del exterior. Y, sobre todo, las variaciones de la luz
natural actúan desde fuera, produciendo modificaciones en los colores de los
discos y proyecciones de sombras, lo que da un carácter dinámico, de vida y
movimiento, a todas las piezas, que parecen moverse y deslizarse en el interior
siguiendo el ritmo de una música silenciosa.
Memorias imaginadas (2013). Vista de la instalación.
Fotografía: Joaquín Cortés/Román Lores.
Mitsuo Miura ha levantado en
el Palacio de Cristal un bosque de columnas invisibles, un bosque interior con el que persigue recuperar, que cada uno de
nosotros recuperemos, cosas olvidadas en distintas circunstancias y ocasiones.
Eso significa para él construir, dar
forma a una propuesta artística. Las formas geométricas: discos y rectángulos,
los colores, actúan como espirales de los surcos de la memoria. La tonalidad
suave, desvaída, de los colores de los discos responde, a la vez, a ese anclaje
de acontecimientos que ya pasaron y a un giro de humor, de ironía, en la
comparación entre lo que fue y lo que es, entre las experiencias del pasado y
las del presente.
Cuando visité el Palacio, en
compañía del artista, estaba lleno de personas: familias, niños, que caminaban
de un lado a otro a través de las columnas invisibles y que, en algún caso,
tendían a sentarse en los discos dispuestos sobre el suelo, lo que producía no
poca inquietud entre las personas encargadas de la seguridad. Pero precisamente
en ello me pareció advertir uno de los aspectos de mayor interés de esta
ejemplar propuesta artística. Sus piezas son asumidas con naturalidad por los
visitantes como un ámbito de interacción. En su conjunto, la instalación de
Mitsuo Miura crea un ámbito introspectivo y abierto, un espacio de relajación,
de meditación. Ojalá el arte pudiera, y supiera, establecer siempre un grado
tan alto de cercanía con los públicos, con las personas. Porque es a ellos a
quienes va dirigido.
* Mitsuo Miura: Memorias imaginadas. Coordinación, Soledad Liaño. Palacio de
Cristal, Museo Reina Sofía, Madrid, del 14 de marzo al 2 de septiembre de 2013.
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