El orden interior
La obra de Maruja Mallo (1902-1995), una de nuestras
artistas más relevantes, se expone de nuevo en Madrid, en la Galería Guillermo
de Osma, que desde hace ya décadas se ocupa con intensidad de su trabajo. De
hecho, está impulsando la edición de su catálogo razonado, que tiene como fecha
prevista de publicación finales de 2018.
La personalidad de Maruja Mallo, su fuerza
creativa, es fascinante. Nacida en Viveiro, Lugo, su verdadero nombre era Ana María Gómez
González, y su existencia estuvo marcada por el nomadismo, por una serie
continua de desplazamientos, relaciones y rupturas. Ya en 1913, su familia se
traslada a Avilés. Y después, en 1922, a Madrid, donde estudió hasta 1926 en la
Academía de Bellas Artes de San Fernando. Allí coincidió con Salvador Dalí,
quien la presentó a Federico García Lorca que la acogió diciéndole que ya
pertenecía a “La cofradía de la perdiz”.
Estampa cinemática (1927).
Tinta y lápices de colores sobre papel, 44 x 31 cm.
En ese ambiente, en la gran eclosión creativa que circulaba
entonces en la Residencia de Estudiantes, en el abierto flujo vanguardista del
Madrid de la época, se puede situar la raíz de su trayectoria creativa. En mayo
de 1928, por decisión personal de José Ortega y Gasset, por quien siempre
mantuvo un gran aprecio, se presentó su exposición en los salones de la Revista de Occidente, la única muestra
de pintura allí organizada. La exposición tuvo un gran eco en los ambientes
artísticos y literarios.
Decisiva fue su relación personal a partir de 1929 con Rafael
Alberti, que implicó también un proceso de trabajo conjunto en los ámbitos de
la literatura y el teatro, pero que terminó de forma abrupta cuando en enero de
1931 Alberti se marchó a Mallorca con María Teresa León, su nueva compañera. Ese
mismo año, Maruja Mallo viaja a París, se introduce en los ambientes de la
vanguardia artística, particularmente entre los surrealistas, y presentará su
primera exposición en esa ciudad en 1932.
Escaparate (1928).
Óleo sobre lienzo, 102.5 x 77.5 cm.
En 1933 vuelve a Madrid, participa en la Sociedad de Artistas
Ibéricos, mantiene una relación con el poeta Miguel Hernández y, ya en 1934,
vuelve a tratar con Pablo Neruda, a quien había conocido en París. Se
compromete intensamente con la República, y cuando el comienzo de la Guerra
Civil la sorprende en Galicia, se marcha a Portugal, con la ayuda de Gabriela
Mistral entonces embajadora de Chile en el país vecino.
Comienza así su largo exilio de más de veinte años, en los que
vivirá entre Argentina y Uruguay, viajando también a Chile. Años intensos de
relación con los artistas y escritores de América del Sur, entre los que
alcanza un gran reconocimiento. A comienzos de los años sesenta regresa a
España y se instala de nuevo en Madrid. Pasa el tiempo, y será en los inicios
de los setenta cuando comience a prestarse atención a su obra, que desde
entonces ha ido creciendo cada vez más, sobre todo a partir de los noventa, ya
en los años finales de su vida.
Mensaje del mar (1937).
Óleo sobre lienzo, 95 x 175 cm.
No cabe duda de que Maruja Mallo es, a la vez, una artista y una
intelectual de primer orden, algo que en más de una ocasión no se ha tenido
suficientemente en cuenta, sin duda por tratarse de una mujer. Por fortuna, los
tiempos están cambiando, y esta muestra con una sugestiva presentación de
pinturas, dibujos, estampas, esbozos y documentos y cuadernos personales, nos
permite apreciar hasta qué punto el rigor y la búsqueda de la coherencia y la
máxima perfección posible en las obras guiaron en todo momento su trabajo.
Es evidente que la causa principal de la escasez de su obra
brota de esa exigencia extrema. Todas sus pinturas seguían una preparación
minuciosa, con estudios previos y bocetos. Y, una vez concluidas, Maruja Mallo
llevaba un registro personal también minucioso de cada una de ellas.
Máscaras en diagonal (1951).
Óleo sobre tablero de artista, 35 x 30.5 cm.
Se han propuesto distintas líneas para caracterizar las fases o
etapas de su trayectoria. Y ella misma, en un texto datado en 1937 (“Lo popular
en la plástica española a través de mi obra”), señala: “la plástica evoluciona
del realismo objetivo (1928) a la destrucción objetiva (1932). Estas realidades
visuales se transforman en realidad subjetiva (1936), en razón ordenadora,
razón que cumple la función de reintegrar a la unidad las propiedades plásticas
de un cuadro.”
Considero que aquí se encuentra la clave más profunda de la
unidad plástica y estética que modula todo el trabajo de Maruja Mallo: el
principio de la razón ordenadora. En
una anotación personal, Jorge Oteiza afirma sobre ella: “Su biblia era Platón y
su estética la reglamentación áurea más ortodoxa.”
Estudio para Viajero del éter (1958).
Lápices de colores sobre papel cuadriculado, 28 x 22 cm.
Una razón ordenadora
que opera en sus diversas modulaciones, a través del reconocimiento del
carácter transgresor de las fiestas populares, del espacio alternativo de la
experiencia que abre el surrealismo, del geometrismo plástico que Maruja Mallo
caracteriza como “trazados armónicos”, de su inserción y metamorfosis con la
naturaleza, del juego con las máscaras.
Elementos todos que pueden ser considerados variaciones de un principio de orden, articulado por la
razón ordenadora, y que no se revela en las visiones superficiales de la
experiencia. En la muestra, podemos ver en sus cuadernos además de su amplitud
de intereses: arte, literatura, historia, geometría, mitología, la América
aborigen, el pensamiento, el orden minucioso con que todo discurre. Maruja
Mallo: llevar la visión al orden no visto, al orden interior que alienta y se disemina en todos los planos de la
vida.
* Maruja Mallo. Orden y Creación. Óleos, dibujos,
bocetos y su Archivo. Comisarios: Juan Pérez de Ayala y Guillermo de Osma; Galería
Guillermo de Osma, Madrid. Del 14 de septiembre
al 17 de noviembre de 2017.
PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.295, 16 de septiembre de 2017, pp. 18-19.
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