La vida de las formas
Desde luego, hay
exposiciones y exposiciones. Y ésta supone todo un punto de inflexión, una excelente
nueva síntesis: en aportación de datos, planteamientos teóricos, y obras
reunidas, sobre uno de los movimientos artísticos iniciales y de mayor
proyección en el periodo histórico de las vanguardias artísticas, el Cubismo. Se trata de un proyecto
conjunto del Centro Pompidou y del Kunstmuseum de Basilea, adonde la muestra
viajará del 31 de marzo al 5 de agosto de 2019. En París, se presentan 300
obras, con una excelente presentación y montaje, articuladas en las salas en 13
secciones siguiendo un orden cronológico.
El
objetivo es trazar un panorama lo más completo posible del Cubismo desde sus
inicios en 1907 hasta su fase final en 1917, coincidiendo con la Primera Guerra
Mundial, y apuntando su proyección e influencia en los movimientos artísticos
posteriores.
Pablo
Picasso: Autorretrato [Autoportrait] (1907).Óleo
sobre lienzo, 56 x 46 cm. Národní Galerie, Praga.
En
sus inicios, se sitúan un conjunto de factores desencadenantes. En primer
lugar, la obra de Paul Cézanne, fallecido el 22 de octubre de 1906, y a quien
se dedica una exposición retrospectiva, en París, en el Salón de Otoño de 1907.
Junto a ello, están también la irrupción de formas de representación no tradicionales
en síntesis con otras culturas, como es el caso de las obras de Paul Gauguin, o
de lo que entonces se llamó “arte primitivo”.
Georges Braque: Desnudo [Nu] (1907-1908).Óleo
sobre lienzo, 140 x 100 cm. Centre Pompidou, París.
En
ese ambiente, de búsqueda artística de lo
nuevo, como había ya anticipado literariamente Charles Baudelaire, Pablo
Picasso y Georges Braque pondrán en pie el lenguaje plástico del Cubismo. De la
representación “ilusionista”, con pretensiones de reproducir la realidad, algo a
lo que en aquellos momentos se podía acceder con facilidad mediante la
fotografía, se pasa a un planteamiento conceptual que transfiere la visión, en
todos sus registros plurales, a las estructuras y formas geométricas.
Es
importante señalar que, a diferencia de otros movimientos artísticos
vanguardistas, el Cubismo no fue inicialmente un proyecto de grupo, y que sus
planteamientos no estuvieron fijados previamente en manifiestos. Y así, el
nombre Cubismo proviene de una manifestación polémica de Henri Matisse contra
los “pequeños cubos” que configuran los paisajes de L’Estaque, un pequeño
pueblo francés al oeste de Marsella, pintados por Braque en 1907. En ese mismo
año tiene también lugar la gran culminación pictórica del Cubismo: Las señoritas de Aviñón, de Pablo
Picasso.
Fernand Léger: La boda [La Noce] (1911). Óleo
sobre lienzo, 257 x 206 cm. Centre Pompidou, París.
Poco
a poco se van incorporando otros nombres, y entre 1911 y 1914 la celebración de
los Salones Cubistas da una gran proyección pública al movimiento, abriendo
incluso la participación de artistas que no vivían en Francia en los mismos. En
1913, el gran poeta Guillaume Apollinaire, uno de los más importantes
interlocutores del movimiento, en su texto “La pintura moderna” señalaba: “El
Cubismo auténtico (…) sería el arte de pintar nuevas constelaciones con
elementos formales tomados no de la realidad de visión, sino de la concepción.”
Conceptualismo plástico, por tanto.
Una dimensión que, más allá de las fechas históricas del Cubismo, tiene una
presencia central en todas las fases y momentos del arte contemporáneo.
Las
obras y documentos reunidos nos transmiten el modo profundo en que los cubistas
recogen y transmiten el dinamismo de la vida moderna: las formas nunca son
estáticas, se desplazan, se mueven, giran, se invierten… Y, a la vez,
utilizando materiales cotidianos, abrieron la vía para técnicas y soportes hasta
entonces inéditos, como los collages, los papeles pegados, las construcciones,
o los ensamblajes.
Georges Braque: La guitarra estatua de espanto [La Guitarre statue d'épouuvante] (1913). Papeles pegados, carboncillo y gouache sobre papel, 73 x 100 cm. Musée Picasso, París.
Temáticamente,
se produce también por vez primera la plena incorporación de los lenguajes
comunicativos de la modernidad: la escritura del diseño, de la publicidad, y de
los periódicos, las nuevas formas de la vida, en las obras artísticas. Decisiva
resulta igualmente la atención a la música, con la intensa presencia de
instrumentos musicales, sobre todo la guitarra, pero también el violín, la
mandolina, o el clarinete, e incluso la partitura. Son signos claros de la
voluntad de intercomunicación del Cubismo, que a la vez están en la raíz de su
proyección en las diversas variantes de la literatura, la música, o el cine.
Pablo
Picasso: Instrumentos de música sobre un velador [Instruments de musique sur un guéridon] (1914). Óleo y arena sobre lienzo, 128,5 x 85 cm. Fondation Pierre Bergé-Yves Saint-Laurent, París.
Lo
cotidiano, las estructuras con las que vivimos, pasan a ser motivos de
representación. E igualmente relevante es el gran número de desnudos femeninos,
desde el antecedente de las Cinco
bañistas (1885-1887) de Cézanne, donde se alumbra el eco de las formas en
los cuerpos del deseo. Ciertamente, el estallido de la Guerra en 1914 supuso
también no ya un estallido, pero sí un proceso de irradiación intenso del
Cubismo y la aparición de nuevos planteamientos.
Pero
como síntesis final del significado y alcance del Cubismo, siempre he
considerado especialmente preciso y revelador lo que Pablo Picasso le dijo a
Marius de Zayas en 1923. Frente a los que lo consideraban “un arte de
transición”, Picasso sostenía: "El Cubismo no es semilla ni feto, sino un arte que trata fundamentalmente de las formas; y cuando se crea una forma, ésta adquiere vida propia. " Esto es lo que nos dio y nos da el Cubismo: la vida de las formas en el arte.
* «Le cubisme»; Centre
Pompidou, París. Comisarios: Brigitte Leal, Christian Briend, Ariane Coulondre. Del 17 de octubre al 25 de febrero de 2019.
* Publicado, en versión reducida, en ABC Cultural
(http://www.abc.es/), nº 1.352, 17 de noviembre de 2018, p. 20-21.
Buenas tardes, profesor.
ResponderEliminarSiempre me ha atraído mucho aquella primera vez que el Cubismo nos descubre el valor del soporte sobre el que tiene lugar la formación de la obra. En "Las vanguardias artísticas del siglo XX", el profesor Mario de Micheli nos explica que fue mérito del cubismo aquella nueva reflexión sobre el soporte, ese marco y esa tela que ya nunca más estarán obligados a representar el mundo en forma de ilusión, y que tendrán el valor de ser en sí mismos objeto de experimentación. En palabras de Albert Gleizes, "el cuadro-objeto ya no será una reducción o una amplificación de los espectáculos exteriores; ya no será una enumeración de objetos o de acontecimientos transportados de un ambiente en el que son reales a otro ambiente en el que solo son apariencias. El cuadro será un hecho concreto, tendrá su propia independencia legítima, como toda creación natural o cualquier otra; solo tendrá su propia fisonomía, dejando de suscitar la idea de la comparación de acuerdo con la verosimilitud".
Creo que este fue también un paso decisivo en la historia del arte moderno y contemporáneo.
Un saludo.
Tony.
Muchas gracias por el comentario, estimado Tony Paddington, que en efecto subraya un aspecto central en el despliegue del Cubismo: la importancia que se le da al soporte de la representación, de las obras.
ResponderEliminarSaludos cordiales,
José Jiménez