Ética de las formas
Uno
está ya bastante cansado de los chistes y bromas con los que algunos espíritus,
pretendidamente ingeniosos, expresan su burla y menosprecio sobre el arte de
nuestro tiempo. Y mucho más de la falta de consideración, cuando no actitud de
agresión, de los poderes públicos, que debieran tener precisamente en su apoyo,
defensa y estímulo uno de sus objetivos principales, pues el arte es una de las
manifestaciones del patrimonio cultural, que es de todos: de los que nos
precedieron en la vida de esta nación y de los que vendrán después.
Vista de una de las salas de la exposición.
Por
todo ello, me parece un auténtico acontecimiento la magnífica, hermosa
exposición, de Juan Luis Moraza (Vitoria, 1960) que podemos ver en el Reina
Sofía y que deja patente, para las sensibilidades abiertas, en qué medida el
lenguaje plástico, la expresión a través de las formas cuando se asume con
plena intensidad, es indisociable de un profundo compromiso ético, ciudadano.
Obviamente, con ello nos situamos en las antípodas de un arte "de
consigna": la búsqueda del artista, en este caso de Juan Luis Moraza, es
siempre individual, solitaria en principio. Pero si se llega al fondo plástico
de la expresión, a modular la intensidad de las formas, el resultado nos afecta
a todos.
La
exposición reúne una selección de sus obras desde 1974 a 2014. En ella se puede
apreciar su inserción, en origen, en lo que se llamó "nueva escultura
vasca" y el diálogo con la figura seminal de Jorge Oteiza. Y también que,
ya muy pronto, Moraza fue construyendo un lenguaje propio, abierto a una
consideración de contrastes y correspondencias entre la construcción
escultórica y los objetos e imágenes producidos en serie que configuran el
ámbito de experiencia estética primaria en las sociedades de hoy.
Implejidades.
Sus
esculturas, vídeos e inscripciones textuales se abren, en un dialogo formal, a
actuar como espejos críticos, de reflexión, en el cuestionamiento de las
opacidades y encubrimientos que caracterizan no sólo la vida social, sino
también los propios canales de producción y transmisión artística, y muy en
particular el museo. Como hilo conductor, Moraza despliega los trabajos de tres
proyectos diferentes, sobre los que ha trabajado en los últimos años: Repercusiones, Implejidades y Software.
Repercusiones apunta al dilema pasividad/participación,
central tanto en lo que articula la democracia como en la actitud de los
visitantes de los museos. Implejidades,
término inventado por Moraza, síntesis de complejidad e implicación, supone
abrir la vía para que tanto el espectador como el artista asuman su
responsabilidad y sus derechos, en la acción ciudadana y en la experiencia del
arte. Es obvio el sentido de Software:
la cuestión acerca de cómo los procedimientos determinan los resultados
finales.
Instalación.
Con
todo ello, Moraza pretende cuestionar y diseminar los usos y funciones de los
museos de arte, proyectando a través de la muestra un sentido de museo abierto
a los símbolos, lo demográfico y lo antropológico. En definitiva, se trata de
subrayar que los museos no son de quienes ejercen su control sobre ellos, ni de
los que los gestionan, sino que son de
todos, plataformas activas de patrimonio
público.
Anormatividad (torsiones legales) [2009].
El
lenguaje plástico de Moraza es extraordinariamente sutil, e implica un
constante juego de distanciamiento, a la vez irónico, conceptual y poético, con
los sentidos inmediatos de las cosas. Cuando uno va pasando a través de puertas
alineadas, en las que el picaporte de abrir y cerrar se va desplazando hacia
arriba, comprende que no sólo los senderos, sino también los aparentes accesos,
pueden llevar a ninguna parte. Cuando contemplamos las reglas y escuadras para
medir dobladas y distorsionadas, inservibles para la función para la que fueron
diseñadas, pieza cuyo título es Anormatividad
(torsiones legales) (2009), comprendemos que las reglas y normas pueden
moldearse, fuera del control ciudadano, en virtud de intereses opacos. Y de eso
tenemos no pocas experiencias últimamente en España.
Ceci n'est pas une république [Esto no es una república].
Y,
finalmente, cuando vemos las once líneas cuidadosamente caligrafiadas
manualmente sobre una superficie gris con la expresión Ceci n'est pas une république, no sólo hay una alusión bastante
explícita a la conocida obra de René Magritte Esto no es una pipa, que expresa la paradoja de que una pintura de
una pipa no es una pipa. Lo que
Moraza nos transmite es que el título o nombre república es sólo eso: un título o un nombre. Que la república sea
real, de verdad, exige un ámbito de participación y de control de los
ciudadanos en la vida de la comunidad. Y ese es el horizonte: el de una
auténtica democracia, que constituye el gran problema de nuestro tiempo. Y al
que Juan Luis Moraza da cuerpo y expresión en la sugestiva e intensa república de las formas que ha
construido en esta muestra excelente.
*
Juan Luis Moraza: república, comisario:
João Fernandes; Museo
Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, del 15 de octubre al 2 de marzo de 2015.
PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.161, 15 de noviembre de 2014, pp. 22-23.
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