El mundo flotante
Kitagawa Utamaro: Chûbon no zu [Escena de clase media]. De la
serie Fûzoku sandan musume [Costumbres de tres rangos de
mujeres jóvenes] (c. 1794 - 1795).
La riqueza y variedad de las
colecciones que guarda nuestro Museo del Prado son de un valor incalculable.
Una hermosa y sugestiva exposición de
gabinete nos permite ahora un intenso viaje en el tiempo y el espacio a las
estampas japonesas del periodo Edo (1603-1868), un tipo de representación
plástica que se conoce como ukiyo-e.
El término, en su origen en la tradición budista, venía a significar «imágenes
del mundo de miseria», «imágenes del mundo de aflicción». Pero en su
utilización posterior para designar las estampas acabaría teniendo el sentido
de «imágenes del mundo flotante», el mundo efímero, ilusorio y placentero de la
vida en la ciudad que se plasmaba en los grabados.
En un libro hoy clásico de
los estudios antropológicos, publicado nada más terminar la Segunda Guerra
Mundial, Ruth Benedict caracterizó la tradición cultural japonesa con una
dualidad: el crisantemo y la espada. El refinamiento y la
sensibilidad extremos en diálogo con la naturaleza y el otro polo, el de la
violencia militarista y guerrera. Esa dualidad destella en las ukiyo-e, que constituyeron el vehículo
fundamental de lo que se llamó «japonismo», el deslumbramiento y la influencia
de la cultura japonesa en las artes europeas a todo lo largo del siglo XIX.
Claude Monet, por ejemplo, llegó a poseer una importante colección de estas
estampas, y si uno visita Giverny es imposible no percibir su «aroma».
Utagawa
Hiroshige: Asukayama hanami [Fiesta de contemplación de los cerezos en
flor en Asukayama]. De la serie Kôto meisho [Vistas famosas de Edo] (c. 1830 - 1844).
Grabado en
madera a la fibra, nishiki-e, 250 x
370 mm.
La exposición presenta 26
estampas del conjunto de más de cincuenta obras de este tipo que en estos
momentos posee el Prado. Se trata de una selección representativa de las
distintas técnicas utilizadas: desde el grabado monocromo a la policromía, y de
los motivos más comunes: vistas urbanas, retratos de cortesanas y escenas del
teatro kabuki. Las estampas son de
una belleza deslumbrante. Impresiona la precisión en el trazo de formas y
figuras, así como la creciente proliferación y brillantez cromática. Y llaman
especialmente la atención sus ejes temáticos, centrados en escenas de la vida
cotidiana.
Las ukiyo-e despliegan una trasposición cultural, en el tiempo y el
espacio, de lo que el gran poeta latino Horacio fijó en una etapa remota de
nuestra propia tradición cultural: carpe
diem, «atrapa el momento», vive intensamente todo lo que merece ser vivido,
pues el tiempo pasa, es inevitablemente fugaz. Las estampas japonesas evocan
los placeres del erotismo, el refinamiento y la diversión. Las imágenes de las
cortesanas, con sus peinados escultóricos, sus kimonos fulgurantes y su
gestualidad dilatada contrastan con los rasgos violentos y guerreros de los
actores en las escenas del teatro kabuki.
Toyohara Chikanobu: Ueno Kiyomizu yori Shinobazu no chôbô [Panorama del lago Shinobazu
desde el templo Kiyomizu, en Ueno] (1894).
Grabado en
madera a la fibra, nishiki-e, 350 x
235 mm (tríptico).
Eso sí, como trasfondo
aparece en todo momento un ideal de fusión con la naturaleza, con las plantas y
las flores, con las aguas, el sol y las montañas. Contemplarlas es situarse
ante un espejo de plenitud, como se puede apreciar en la estampa que representa
la visión del lago Shinobazu con once mujeres en la atalaya roja de un templo,
junto a cerezos en flor, y abajo una franja urbana y el lago. Ukiyo-e: este mundo es fugaz, aprende a
vivir.
* Estampas japonesas en el Museo del Prado, proyecto: José Manuel
Matilla; Museo del Prado, 12 de junio – 6 de octubre de 2013.
PUBLICADO
EN: ABC
Cultural (http://www.abc.es/), nº
1104, 7 de septiembre de 2013, pg. 23.
No hay comentarios:
Publicar un comentario