Jugar es pensar
Esta excelente y sugestiva exposición
traza todo un arco de relaciones entre la educación, el juego, el arte, el
diseño y la formación humana. Como clave de sus planteamientos se sitúa la
importancia que Jean-Jacques Rousseau concede al dibujo en la educación del
niño en su Emilio (1762). Criterio
desencadenante de las investigaciones del escultor y académico de bellas artes
Juan Bordes, en las que se establece la importancia del dibujo de la figura
humana, desde sus inicios en el siglo XVI, así como la existencia de un nexo
entre el aprendizaje moderno de la infancia y la formación de las vanguardias
artísticas a partir del siglo XIX.
Esos planteamientos se concretan en su
desarrollo en el siglo XIX fundamentalmente a partir de las propuestas
pedagógicas de Friedrich Fröbel (1782-1852), creador de los Kindergarten o jardines de infancia, en
los que se buscaba una educación integral de la percepción y creatividad del
niño.
Juego de fichas. J. D., París (c. 1830). 8 x 19,5 cm. Colección Juan Bordes, Madrid.
El juego: su papel central en la
formación y desarrollo de los seres humanos, así como la idea de la importancia
del dibujo en la educación, que nos abre a un horizonte en el que todos los
humanos pueden ser artistas, son las líneas de fuerza de la exposición. En
ella, se pretende presentar las raíces del arte del siglo XX como un juego
profundo de artistas que se entenderían a sí mismos como niños
profesionalizados.
Bloques matemáticos para realizar ejercicios de psicoaritmética (c. 1890). 8 x 19,5 cm. Colección Juan Bordes, Madrid.
Todo ello se articula en cuatro
secciones: I. Un museo sintético del arte moderno; II. La infancia de los
artistas, III. La educación como juego y el arte moderno, y IV. La educación y
el arte como juego. Secciones en las que se reúnen una amplia selección de más
de 300 manuales de dibujo y otros materiales, recursos y juegos educativos
procedentes de la colección personal de Juan Bordes, junto con obras y
documentos de las vanguardias artísticas, el diseño, y la arquitectura del
siglo XX.
Francis Picabia: Apuro [Embarras] (1914). Acuarela y lápiz sobre papel adherido a cartón, 53,8 x 64,7 cm. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid.
Es importante destacar, en general, la
muy buena calidad de las piezas reunidas, que trazan todo un mapa de las artes,
el diseño, la arquitectura y las propuestas pedagógicas de nuestro tiempo. Se
advierten así los ecos plurales de la educación estética en las diversas
esferas de la representación sensible. Con todo ello, considero sin embargo
necesario plantear una pequeña objeción: en mi opinión, en la muestra se
presentan demasiados materiales y obras, lo que dificulta una mejor apreciación
de las mismas. Y en algunos casos faltan los rótulos de identificación de las
piezas. Con una reducción de lo expuesto y un montaje más limpio se alcanzaría
una mayor intensidad en la recepción de una propuesta de tanto relieve por
parte de los públicos.
Además de los aspectos específicamente
artísticos y pedagógicos, El juego del
arte pone de relieve la importancia que el pensamiento filosófico, desde
sus orígenes, ha dado siempre al juego. Por ejemplo, recordemos el fragmento de
Heráclito de Éfeso: “el tiempo es un niño que juega a los dados”. Y situándonos
ya en la época moderna, en los planteamientos pedagógicos de Friedrich Fröbel además
de las ideas de Rousseau sobre el dibujo resuenan también, sin duda, los
planteamientos de Friedrich Schiller.
Liubov Popova: Arquitecturas pictóricas nº 56 (1916). Óleo sobre lienzo, 67 x 48 cm. Colección particular, Madrid.
En el caso de Schiller, para esta
cuestión resulta fundamental su obra Cartas
sobre la educación estética de la humanidad (1795), escritas y publicadas
tras la decepción causada por la violencia destructiva de la etapa del Terror
de la Revolución Francesa. Schiller nos dice: “La belleza existente en la
realidad es digna del impulso lúdico existente en la realidad; pero mediante el
ideal de belleza, que la razón erige, se propone también un ideal del impulso
lúdico, que, en todos sus juegos, debería el hombre tener ante los ojos.”
Y
así, para Schiller, en todos los seres humanos late un impulso formal, que en los niños se concreta en el juego, y en los adultos en el arte. Y por tanto, la educación
estética, la educación en la forma,
se concibe en sus Cartas como la precondición para el
advenimiento de una auténtica sociedad
moral. La estética como precondición de la ética, del anhelado reino de la
libertad humana.
Piet Mondrian: Composición en rojo, azul, negro, amarillo y gris (1921). Óleo sobre lienzo, 39,5 x 35 cm. Gemeentemuseum Den Haag, La Haya
Después de Schiller, también Nietzsche,
en su libro La filosofía en la época
trágica de los griegos (1873), vincula el juego del niño con el juego del
artista: “un devenir y pasar, un construir y destruir, sin ninguna
responsabilidad moral, en este mundo sólo tiene igual inocencia eterna el juego
del artista y del niño”.
El juego: impulso al conocimiento, a la
formación del ser humano. Como síntesis final, resulta de gran interés lo que
formula Le Corbusier en su Poema del
ángulo recto (1955), presente en la exposición: “Su valor está en esto: el
cuerpo humano escogido como soporte admisible de los números… ¡He ahí la
proporción! La proporción que pone el orden en nuestras relaciones con el
entorno.” Jugar es pensar, a través de las formas.
* El
juego del arte. Pedagogías, arte y diseño. Equipo curatorial: Juan Bordes
(comisario invitado), Manuel Fontán, y Aida Capa. Fundación Juan March, Madrid.
22 de marzo – 23 de junio de 2019.
* Publicado (en
versión reducida) en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.373, 13 de abril de 2019, p. 23.
No hay comentarios:
Publicar un comentario