Dibujar la vida
El artista sudafricano William Kentridge (Johannesburgo,
1955) es, sin duda, una de las figuras más relevantes de la escena artística
actual. Tras la reciente concesión del Premio Princesa de Asturias, el Museo
Reina Sofía le dedica una excelente exposición, centrada en sus propuestas
escénicas, teatro y ópera, de las que se dan grabaciones de sus
representaciones. Pero acoge también todos los registros de su actividad
plástica en relación con esas propuestas escénicas: dibujos al carbón, animación fílmica, marionetas,
trajes, grabados, maquetas para los montajes en el escenario…
La muestra se articula en torno a cuatro piezas teatrales y dos óperas, dirigidas
por Kentridge: Woyzek
en el Alto Veld (1992), ¡Fausto
en África! (1995), Ubú y la comisión
para la verdad (1997), El retorno de
Ulises (1998), La nariz [ópera
de Dmitri Shostakóvich] (2010) y Lulú [ópera de Alban Berg] (2015). En
realidad, esta exposición de William Kentridge debe entenderse en continuidad
con la que le dedicó en Barcelona el MACBA en 1999, comisariada por Manuel Borja-Villel,
con la misma concepción y con la presentación de los materiales de las cuatro
primeras piezas que figuran en ésta.
Yo no soy yo, el caballo no es mío [I am not me, the horse is not mine] (2008).
Performance. Fotografía cortesía del artista.
El trabajo artístico de William Kentridge tiene una
intensa dimensión dinámica. Se concibe como un viaje en el tiempo, como un ir y
volver en la vida, a través de la experiencia de las imágenes. Imágenes nunca
quietas, imágenes que fluyen, imágenes en movimiento. Eso sí, el núcleo de ese
flujo de imágenes abiertas es, en todo momento, el dibujo. Concebido éste con un carácter de acción, de performance,
ya que el propio Kentridge se introduce, está presente, en esas imágenes que, a
la vez, demandan a todos los que nos acercamos a las mismas que no nos quedemos
fuera, que también nos introduzcamos en ellas.
Dibujo para El retorno de Ulises (1998).
Carboncillo sobre papel, 76 x 106 cm. Colección particular.
Ese dinamismo es fundamentalmente interior, ya que a
pesar de la difusión internacional de su obra por los centros artísticos y
dramáticos de todo el mundo, Kentridge sigue viviendo en Johannesburgo, un lugar que para
él es tranquilo y enriquecedor, a diferencia de los compromisos y distracciones
que según dice tendría que asumir de vivir en Europa o Estados Unidos.
Pero,
eso sí: desde ese fondo interior, Kentridge mantiene un compromiso moral y político
profundo con nuestro tiempo, con esta época de terribles convulsiones,
violencia masiva, e incertidumbre. Todo ello, sin restricción de fronteras: el
mundo abierto y global, con su trazado sinuoso. Sus imágenes nos dan los mapas
de un mundo roto: el colonialismo, el racismo, el encubrimiento de la opresión,
las revoluciones que no culminan, el ir y venir de la frustración y la
inhumanidad a lo largo del tiempo. Y de ahí la demanda de acción, el dibujo de
una vida verdaderamente libre. En un texto de 1992, Kentridge precisaba: “Me
interesa el arte político, es decir, un arte de ambigüedad, contradicción,
gestos incompletos y finales inciertos. Un arte (y una política) donde el
optimismo está bajo control y el nihilismo se mantiene a raya.”
Dibujo para Lulú (2012).
Tinta india y lápiz rojo sobre páginas de diccionario, 83,5 x 55,9 cm. Colección particular, Madrid.
El
hilo de conducción de su trayectoria se sitúa en el dibujo, en la medida en que
el dibujo, según Kentridge, transciende lo que sería una representación “plana”
de las experiencias. En 2014, en una entrevista afirmaba: “Afortunadamente
fracasé como pintor y quedé reducido a hacer dibujos a carboncillo”. Y en esa
importancia del dibujo resulta evidente la cercanía que se puede apreciar entre
su obra y la de Goya, testigo también a través de las imágenes de un mundo
roto. “No sé quién sería sin Goya”, afirma el propio Kentridge en la misma
entrevista.
Lógicamente, además de las experiencias personales
en Sudáfrica, su profundo conocimiento de la tradición artística clásica y de
Goya, también es importante el diálogo de Kentridge con el arte más próximo en
el tiempo, en particular con las vanguardias artísticas alemanas y rusas. Y
todo ello, en una perspectiva interdisciplinar, en la que las grandes obras
literarias, el teatro, la música, la ópera, y el cine transitan en esa forma
abierta de transcendencia del dibujo que constituye el núcleo de su trabajo.
Maqueta para la ópera Wozzek (2016).
Varios materiales, 135 x 220 x 183 cm. Colección particular.
El dibujo, que se expande en sus películas de
animación, transmite pensamiento, abstracción, permite pasar a través de la
representación, de lo particular a lo general. En el texto de una conferencia
de 2016 sobre “la performance del dibujo”, y que vuelve a presentarse en el
marco de esta exposición, Kentridge decía: “Hay una manera de pensar en
carboncillo y tinta, en cobre, en aire. Hay transformaciones de la palabra a la
tinta, del pensamiento al cobre.”
Imagen del libro Tummelplatz [Campo de acción] (2017).
Galería Ivory Press, Madrid.
Ese pensamiento
en imágenes puede también apreciarse en el libro de artista que, en
paralelo, William Kentridge presenta en la Galería Ivory Press: Tummelplatz, término alemán traducible como “campo de acción”.
Con una edición de nueve ejemplares (más
cuatro fuera
de comercio y tres pruebas de artista),
consta de dos volúmenes, cada uno de los cuales contiene diez fotograbados
estereoscópicos. El libro que juega, a la vez, con las tres dimensiones y el
carácter plano del papel, tiene también su punto de partida en el dibujo. En
concreto, en la realización de una serie de dibujos tridimensionales durante un
periodo de unos dos años de la que se seleccionaron veinte imágenes, recogidas
en el libro.
Como la vida es dibujo, de eso va la gran obra plástica y de pensamiento
de William Kentridge, de dibujar la vida.
* William Kentridge: Basta y sobra. Comisarios: Manuel
Borja-Villel y Soledad Liaño; Museo
Reina Sofía, Madrid. Del 1 de noviembre de 2017 al 19 de marzo de 2018.
* William Kentridge: Tummelplatz [Campo
de acción]; Galería Ivory
Press, Madrid. Del 2 de
noviembre de 2017 al 27 de enero de 2018.
PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.303, 11 de noviembre de 2017, p. 23.
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