Las sillas y el tiempo
En la excelente línea de
programación que mantiene, algo que hay que destacar especialmente pues se
trata de una institución municipal por lo que constituye todo un ejemplo, el
Centro de Arte Tomás y Valiente de Fuenlabrada presenta una magnífica
exposición de Esther Ferrer (San Sebastián, 1937). La trayectoria artística de
Esther Ferrer es particularmente relevante. Su inicio se sitúa en su
incorporación en 1967 al grupo Zaj, fundado en Madrid en 1964 por Ramón Barce,
Juan Hidalgo y Walter Marchetti, que desplegaba un planteamiento artístico
transgresor y multimedia, en sintonía con lo que en la escena internacional
proponía Fluxus.
El arte de acción, y su
síntesis en el lema “ver, oír, tocar”, constituyó el núcleo de las actividades
de Zaj, que disminuyeron bastante hacia los años ochenta. Esa impronta siguió
siendo después muy importante en el trabajo artístico individual de Esther
Ferrer, con propuestas de performances
particularmente bien concebidas, y con una entrega física y mental de la propia
artista en sus acciones de gran intensidad plástica y moral. Junto a ello,
Esther Ferrer fue también realizando obras de una gran calidad utilizando como
soporte la fotografía. Y así mismo, con cuidadas instalaciones en las que
utiliza objetos y formas fuera de su sitio habitual, o líneas, proyecciones
geométricas, e impactos de color.
La trayectoria artística de
Esther Ferrer se ha ido desarrollando fundamentalmente entre España y Francia,
y entre las numerosas distinciones recibidas por su trabajo conviene recordar
la concesión del Premio Nacional de Artes Plásticas en 2008 y, más
recientemente y con todo el merecimiento, el Premio Velázquez en 2014. Lo
interesante de esta exposición, brillantemente articulada por Margarita de
Aizpuru, es que sin ser una “retrospectiva”, permite una visión transversal de
los distintos ejes y motivos del trabajo de Esther Ferrer junto a una serie de
obras específicamente concebidas para esta ocasión, y en las que alientan su
espíritu crítico, su inconformismo plástico y moral, característicos.
Entre las piezas e instalaciones
que vamos viendo, con un cuidado montaje y una utilización abierta a las
posibilidades de despliegue y encajes superpuestos que permiten los espacios
del CEART, destacan las numerosas sillas, en conjuntos que forman instalaciones
concretas, o también aisladas. Desde una Silla
Zaj (1974), en cuyo respaldo hay un cartel que dice: “SIÉNTESE EN LA SILLA
/ Y PERMANEZCA SENTADO / HASTA QUE LA MUERTE LES SEPARE”, a la silla Retrato
imaginario de E. Satie (años 80), o las
tres sillas suspendidas en el aire y que representan a Las tres gracias (1999). Aunque, claro, el mayor impacto lo provoca
la amplísima instalación, un reguero de sillas que suben hasta la altura del
primer piso, o bajan sinuosamente desde allí rodeando la figura de una mujer
sentada en una silla sobre una mesa. Una figura femenina que tiene en sus manos
un cartel en el que leemos: “109 / SILLAS VACÍAS, UNA POR / CADA MUJER VÍCTIMA
DE / LA VIOLENCIA DE GÉNERO / EN ESPAÑA, EN EL AÑO / 2015”.
La denuncia de esa lacra
terrible, de esa violencia inhumana, que debe terminar definitivamente, marca
el tono de compromiso de las propuestas artísticas de Esther Ferrer. Junto a
ello, las sillas y los otros elementos plásticos, también los lineales y
geométricos, nos hablan de otro punto central: el paso del tiempo, lo absurdo de ese flujo incontenible. Es
inevitable que venga a nuestra memoria Las
sillas (1952), la obra teatral de Eugène Ionesco en la que
una pareja de ancianos, de 95 y 94 años, aguardan frente a un amplio conjunto
de sillas en las que nadie se sienta a las personas convocadas para presenciar
su despedida de la vida. El tiempo pasa, se escapa. Las sillas, los objetos, son
las huellas silenciosas de ese flujo irreprimible.
* Esther Ferrer: Entre líneas y cosas. Comisaria:
Margarita Aizpuru. CEART, Fuenlabrada. Del 4 de febrero al 17 de abril de 2016.
PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.223, 27 de febrero de 2016, p. 23.
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