lunes, 26 de octubre de 2015

Picasso.mania en el Grand Palais, París.

La “marca” Picasso


En las exposiciones de arte, no siempre se encuentra lo que uno esperaba. Ni tampoco se alcanzan siempre los resultados que prometían la importancia del artista o la temática elegida para la muestra. Después de la excelente exposición centrada en Velázquez que pudimos ver este mismo año, también en el Grand Palais parisino, cabía esperar que una gran muestra en torno a la trayectoria de Pablo Picasso y su influencia e intensa proyección en el arte y la cultura de nuestro tiempo estuviera a la altura de lo que tal planteamiento exigía. Lamentablemente, no ha sido así.
Es verdad que la exposición ha supuesto un gran esfuerzo y que, en todo caso, es un elemento más en el estudio y la consideración del valor referencial de este artista sin límites. Pero la muestra queda por debajo de lo que hubiera podido ser. Se presenta articulada en 15 secciones, en las que se mezclan obras de Picasso, de otros artistas plásticos, así como fotografías, materiales cinematográficos y publicitarios, y otros documentos. En total, 412 obras: 100 de Picasso y 312 de los 78 creadores reunidos en torno a él.

Pablo Picasso: Mujer en azul [Femme en bleu] (1944). 
Óleo sobre lienzo, 130 x 97 cm. Centro Pompidou, París.

El primer inconveniente deriva del guión curatorial, en el que se producen saltos en el tiempo no suficientemente motivados, así como una auténtica dispersión en las obras y artistas que se presentan en relación con motivos plásticos y obras referenciales de Picasso, en este último caso de modo especial Las señoritas de Aviñón y el Guernica, las cuales como es obvio no pueden estar en la muestra. Pero sí, en cambio, toda una serie de piezas que se confrontan o dialogan con estas dos grandes obras maestras del arte de nuestro tiempo. En algunos casos, se acierta con las obras seleccionadas. En otros, en cambio, la elección resulta sumamente discutible.
Hay un caso, en particular, en otra sección, la dedicada a la proyección del cubismo, que me ha llamado poderosamente la atención: la inclusión de una obra con soporte fotográfico, realizada en este mismo 2015 por David Hockney: Los jugadores de cartas en un formato más grande… ¿En relación con Picasso…? ¿No se les habrán “cruzado” a los comisarios, al seleccionarla, las versiones de esa escena de Paul Cézanne…?
Y otra cosa que me resulta completamente inexplicable: la ausencia total en la muestra de Francis Bacon, probablemente el artista del siglo XX en quien Picasso dejó una huella más intensa y profunda. No lo entiendo. Y mucho menos cuando se ha seleccionado a artistas de mucha menor consistencia que Bacon, sin duda un gran maestro. Y cuando en algunos casos, se presentan obras cuya relación con Picasso resulta discutible.

Pablo Picasso: La sombra [LOmbre] (1953). 
Óleo y carbón sobre lienzo, 129,5 x 96,5 cm. Museo Picasso, París.

Además de todos estos problemas, el montaje es sumamente confuso, abigarrado, disperso. La mezcla de proyecciones de vídeo, fotografías y de abundante obra gráfica (generalmente, de pequeño formato), que se presentan como conjuntos, hace sumamente difícil individualizar las obras. Establecer, como sería deseable, un diálogo íntimo con cada una de ellas. Y así, además, se desdibuja la jerarquía entre unas y otras, las de mayor alcance quedan diseminadas en un auténtico ruido visual flotante.

Chéri Samba: Picasso (2000). 
Acrílico sobre lienzo, 81 x 99,8 cm. Colección particular.

A pesar de todo lo anterior, hay un aspecto que, en principio, hubiera podido ser muy positivo: tomar en consideración la proyección de Picasso en ámbitos que se sitúan más allá de la pintura o la escultura, como el teatro, la danza, el cine o el vídeo. Pero, una vez más lamentablemente, todo se mezcla y no se restituyen adecuadamente los ámbitos específicamente artísticos de esa proyección.
Al final, todo va dirigido a mostrar, de forma repetitiva y dispersa, mediante fotografías, supuestas conexiones fílmicas, prensa y publicidad, la presencia y expansión de “la figura Picasso” en la reverberación serial, mediática, de la imagen. Esa deriva lleva, en el catálogo, a ponderar la importancia y actualidad de Picasso apoyándose en una fotografía de 2013 de Lady Gaga, nada menos, vestida con un conjunto de “inspiración picassiana”.

Sigmar Polke:  Sin título (2006). 
Pintura metálica y acrílico sobre lona estirada, 225 x 300 cm. Berlín, Colección ACT Art.

En definitiva, lo que la muestra no nos da es el intenso alcance específicamente artístico que la trayectoria creativa de Picasso posee y sigue transmitiendo. Habrá que esperar mejores ocasiones. Aunque, eso sí, precisamente a partir de esa confusión entre lo artístico y lo mediático que  caracteriza esta Picasso.mania podemos extraer una cuestión de gran interés.
La reverberación expansiva y sin obstáculos del “personaje” público Picasso en la imagen mediática pone de manifiesto que fue precisamente él: Pablo Picasso, el primer artista de nuestro tiempo que comprendió que la construcción de una “imagen”, de una aureola mediática, era un instrumento decisivo para impulsar el reconocimiento y la valoración, en todos los planos, de su trabajo artístico.

Yan Pei-Ming: Retrato de Picasso (2009). 
Óleo sobre lienzo, 300 x 250 x 6 cm. Cortesía Massimo De Carlo, Milan-Londres y Galería Thaddeus Ropac, París-Salzburgo.

Ese “modelo” sería después seguido, naturalmente con variantes diversas, entre otros por Salvador Dalí, Andy Warhol, Jeff Koons, o Damien Hirst. Picasso ha acabado por convertirse en una “marca” pública, en un “logo”, del artista genial. Eso es lo que, sin matices, transmite esta confusa exposición. No es de extrañar, por ello, que sus herederos autorizaran la utilización de su nombre como “marca” de un modelo de automóvil.
Pero así se produce una deriva indeseable, ya que Picasso no es únicamente una “marca”: es uno de los más grandes artistas de todos los tiempos. Mientras que posteriormente otros, en esa estela de la “marca” pública, y a diferencia del propio Picasso o de Dalí, son meros publicistas, registradores del consumo audiovisual masivo de imágenes, en el malagueño lo decisivo fue, y sigue siendo, su portentosa fuerza creativa, su elevada talla artística.
Esa es la cuestión: distinguir lo artístico de lo no artístico, y transmitirlo adecuadamente, de forma crítica y abierta, a los públicos plurales de nuestro tiempo. Eso es lo que hay que demandar en las exposiciones, en las programaciones de centros artísticos y museos: el arte no es lo mismo que la imagen mediática, sino una vía de conocimiento, placer y enriquecimiento humano que nos lleva hasta el fondo de nosotros mismos. Y en los tiempos en que vivimos, tomando precisamente el cuestionamiento crítico de la imagen mediática como uno de sus principales centros de atención.


* Picasso.mania; comisarios: Didier Ottinger, Diana Widmaier-Picasso, y Émilie Bouvard; Grand Palais, París, hasta el 29 de febrero de 2016. 

PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.205, 24 de octubre de 2015, pp. 18-19.

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