Universo Malevich
Una de las exposiciones más
importantes durante este verano en Europa es la dedicada a Kasimir Malevich
(1879-1935) en la Tate Gallery de Londres, y que todavía puede verse hasta
finales de octubre. Si pueden, no se la pierdan: es una presentación amplia,
precisa y hermosa de la trayectoria y la obra de este gran artista de la
vanguardia histórica. Son muchas las instituciones que han colaborado para
poner en pie un proyecto tan ambicioso, cuya primera presentación tuvo lugar en
el Stedelijk Museum de Ámsterdam en el otoño de 2013, y después: en la
primavera de 2014, en la Bundeskunsthalle de Bonn, en Alemania.
En
Londres, limpiamente distribuida en 12 salas, en las que se muestran más de 500
piezas, de Malevich y de algunos otros artistas de su tiempo, y que siguen un
orden básicamente cronológico aparte de las obras sobre papel y los materiales
documentales, la muestra permite entrar plenamente en el universo Malevich. En la órbita compleja de un artista que
desborda las etiquetas, al que se cita y se tiene en cuenta, fundamentalmente
su referencial Cuadrado negro, pero
cuya trayectoria, plena de variaciones y derivas, con su aspiración a un arte total, y con su importantísima
dimensión teórica, no es suficientemente conocida. Esta es la ocasión.
Kasimir Malevich: Autorretrato (1908-1910).
Acuarela y goache sobre papel, 27 x 26,8 cm. Colección particular.
La
vida de Malevich coincide con las grandes convulsiones que marcan el final de
la Rusia zarista, las sacudidas revolucionarias de 1905 y 1917, la Primera
Guerra Mundial, el inicio de la Unión Soviética, y después los años de
consolidación del régimen estalinista. Nacido en Kiev, de padres polacos, los
inicios de su pintura están marcados por un diálogo con el impresionismo y el
simbolismo, que conoció básicamente a partir de reproducciones. En 1904, un
viaje a Moscú le permitió ya un contacto directo con obras de las figuras de la
vanguardia francesa: Monet, Cézanne, Matisse, Picasso... que formaban parte de
algunas destacadas colecciones privadas.
Poco
a poco fue adquiriendo una cierta notoriedad como pintor, junto a otros jóvenes
artistas, abordando temáticas rusas con un planteamiento analítico, en el que
se aprecia la reverberación del cubismo, y que a partir de 1912 le llevará al
cubo-futurismo, concebido como síntesis de ambas tendencias de la vanguardia.
De la pintura, Malevich se abre a la escritura, el teatro y la música,
participa en la elaboración de manifiestos y, en diciembre de 1913, en la
presentación de una ópera futurista: Victoria
sobre el sol, en la que los hombres del futuro atrapan el sol. En su
lenguaje plástico, a través del collage, la palabra se inserta en la pintura. Aunque
él dató su primera versión del Cuadrado
negro en 1913, parece que realmente la pintó en junio de 1915. Quizás la
discrepancia se deba a la diferencia entre cuándo tuvo la idea y su posterior
realización.
Kasimir Malevich: Cuadrado negro (1929).
Óleo sobre lienzo, 79,2 x 79,5 cm. Galería Tretyakov, Moscú.
Muy
deteriorada hoy esa primera versión de la obra, que parece que presentaba ya
grietas y desgarraduras profundas meses después de su realización, en Londres
se presentan dos de las distintas versiones posteriores de la misma, realizadas
hacia 1923 y en 1929. El Cuadrado negro
sería el emblema inicial, el punto de partida, de lo que Malevich denominó suprematismo, una concepción
completamente nueva del arte, según la cual todas las disciplinas artísticas debían
dejar de estar basadas en la representación de temáticas y motivos. En un texto
escrito para la presentación de la hoy legendaria Última Exposición Futurista de Pinturas 0.10 (1915), Malevich
señaló: "La pintura era el lado estético de algo, pero nunca fue original
ni un fin en sí misma." Es decir, el suprematismo
fue concebido como una emancipación plena del arte respecto a cualquier otro elemento
externo.
Kasimir Malevich: Suprematismo - Autorretrato en dos dimensiones (1915).
Óleo sobre lienzo, 83,5 x 65 cm. Stedelijk Museum, Ámsterdam.
Óleo sobre lienzo, 83,5 x 65 cm. Stedelijk Museum, Ámsterdam.
En
ese mismo texto, indica también: "El suprematismo es el comienzo de una
nueva cultura... Nuestro mundo artístico se ha hecho nuevo, no-objetivo, puro.
Todo ha desaparecido; queda una masa de material a partir de la cual será construida una nueva
forma." Recorriendo la exposición, uno puede apreciar cómo esas ideas
crecen y se desarrollan, abriéndose en el caso específico de la pintura a una
concepción de la representación plástica como un juego dinámico de planos,
figuras geométricas y colores. Algo que brota de forma paralela, e
independiente, de lo que en otro gran artista ruso: Vasily Kandinsky, se
considera el camino a la abstracción,
en este último caso a partir de 1911.
En
Rusia, los artistas de vanguardia apoyaron de forma entusiasta la revolución de
1917, sintiendo la gran transformación social como algo paralelo a su propia
transformación radical del arte. Los planteamientos de Malevich le fueron llevando
hacia una disolución gradual de la pintura, que culminaría con su pleno abandono.
En 1919 escribió: "La pintura murió, como el antiguo régimen, porque era
una parte orgánica de ello." El suprematismo
se convirtió para él en una vía de transformación de la vida cotidiana. A
partir de 1919 comenzó a dedicarse a la enseñanza, y al año siguiente a diseñar
arquitectones, maquetas de edificios
con las que pretendía aplicar las ideas suprematistas en la arquitectura.
Kasimir Malevich: Cabeza de un campesino (1928-1929).
Óleo sobre contrachapado, 71,7 x 53,8 cm. Museo Estatal Ruso, San Petersburgo.
En
su amplio y denso texto sobre el suprematismo, fechado en 1922, lo caracterizó
no sólo como superación del arte del pasado, sino también de la supuesta
multiplicidad de elementos esenciales constitutivos del ser humano, y
habitualmente reducidos a la dualidad espíritu/materia. Pero esos elementos,
escribe, son puras invenciones, ya que "en realidad hay un solo elemento:
la emoción." Por eso, indica también, "la esencia del suprematismo es
la totalidad de las emociones no objetivas, condicionadas por la naturaleza,
sin finalidades ni determinaciones de género". La impronta espiritualista
del Cuadrado negro y de todo el
programa estético del suprematismo se desvela a partir de ese fondo emotivista, independiente de la razón,
"instrumento ineficaz, incapaz de conocer o de crear nada".
Kasimir Malevich: Autorretrato (1933).
Óleo sobre lienzo, 73 x 66 cm. Museo Estatal Ruso, San Petersburgo.
El
retorno de Malevich a la pintura no se produciría hasta 1929, cuando Stalin
había consolidado firmemente su poder. Bajo el manto del "realismo
socialista", oficialmente impuesto, Malevich realiza obras de gran belleza
y complejidad, en las que vuelven la representación de motivos, particularmente
rurales, y la figuración, pero en síntesis con los hallazgos geométricos y
cromáticos del suprematismo. En los años finales, ese realismo se acentúa algo
más, aunque es importante advertir que en lugar de firmar sus pinturas con su
nombre, Malevich lo hacía con un cuadrado negro. El suprematismo, el primado de
la emoción, seguía vivo en su espíritu.
*
Malevich.; comisario:
Achim Borchardt-Hume; Tate Modern, Londre, hasta el 26 de octubre.
PUBLICADO [en versión reducida] EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.152, 13 de septiembre de 2014, p. 21.
PUBLICADO [en versión reducida] EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.152, 13 de septiembre de 2014, p. 21.
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