lunes, 9 de julio de 2012

Exposición Vladimir Tatlin


Inmateriales
El sentimiento del vuelo


En Basilea, en coincidencia con la celebración de Art Basel, el Museo Tinguely presentó una hermosa exposición, que permanecerá abierta hasta el próximo 14 de octubre, sobre la obra de Vladimir Tatlin (1885-1953), el gran artista de la vanguardia rusa. La muestra es magnífica. A casi veinte años de la primera exposición monográfica sobre Tatlin en Occidente, que tuvo lugar en la Kunsthalle de Düssledorf en 1993, Gian Casper Bott, el comisario de Tatlin. Un nuevo arte para un mundo nuevo, ha reunido en el Museo Tinguely más de cien obras, en su mayoría provenientes de importantes museos internacionales, que permiten una reconstrucción bastante completa de este creador decisivo en la historia de las vanguardias artísticas.

Tatlin con un asistente junto a la maqueta del
Monumento a la Tercera Internacional (Petrogrado, 1920).

No cabe duda de que la figura de Tatlin está centralmente asociada, tras su redescubrimiento en los años sesenta del siglo pasado, con una obra que nunca se llegó a realizar y que precisamente por ello, en su no realización, es una expresión nítida del sueño no cumplido de las vanguardias. Me refiero a su Monumento a la Tercera Internacional (1919-1920), del que Tatlin sólo llegó a construir una maqueta, que es en sí misma una síntesis de todos los géneros artísticos. Esta torre de la revolución, que tanto recuerda en su forma a las versiones pictóricas clásicas de la Torre de Babel, fue concebida por Tatlin como sede del gobierno de un nuevo orden social. Debía tener 400 metros de altura y estar colocada paralelamente al eje de la tierra, con cuatro volúmenes interiores que girarían alrededor de su propio eje, en concordancia con los ritmos y las leyes cosmológicas. La revolución social se articularía así dinámica y armónicamente con las revoluciones de los astros. La guerra civil rusa, la falta de materiales y las limitaciones tecnológicas de la época impedirían la construcción de este proyecto visionario, naturalmente completamente inviable después en los años grises del estalinismo y el realismo socialista.
En la exposición, aparte de todo un conjunto de importantes documentos históricos, se muestran dos de las mejores reconstrucciones de la maqueta del Monumento, la realizada en 1979 que forma parte de las colecciones del Centro Pompidou en París y la de 1993 que se conserva en la Galería Tretiakov en Moscú. La maqueta de la torre, con su dinamismo y su voluntad ascensional puede servir como hilo rojo para comprender el carácter utópico de Tatlin. Marinero en su juventud, inició pronto su trabajo como pintor, primero estudiando las formas tradicionales de los iconos, pero rápidamente abriéndose hacia una versión personal del cubismo, con gran influencia de Picasso, de la que se presentan importantes ejemplos en la muestra. Es interesante apreciar que mientras en los retratos masculinos Tatlin representa los rasgos faciales, en sus representaciones de mujeres, en la exposición únicamente desnudos, los rostros son formas geométricas vacías. De la pintura, Tatlin pasó a la experimentación con los materiales, en sus relieves y contrarrelieves, en un intento de ir más allá del carácter supuestamente burgués del cuadro.

Vladimir Tatlin: Composición con desnudo femenino (1913).
Óleo sobre lienzo, 143 x 108 cm.
Galería Tretyakov, Moscú.

En paralelo, trabajó también durante toda su vida en numerosos proyectos escenográficos para el teatro, siendo referencial su pasión por El holandés errante, la historia del barco fantasma de Richard Wagner que, significativamente, deberíamos traducir literalmente del alemán como El holandés volante. Y es que, como voy sugiriendo, la obsesión por subir, ascender, ir hacia lo alto, en definitiva: volar, es el auténtico núcleo estético de toda la trayectoria artística de Tatlin.


Vladimir Tatlin: Letatlin  (1929-1932).
Reconstrucción de Jürgen Steger, 1991.
Zeppelin Museum Friedrichshafen, on loan from Fraport AG Frankfurt am Main.

Tras el proyecto del Monumento a la Tercera Internacional, y antes de verse forzado en las décadas finales de su vida a una pintura de carácter figurativo, Tatlin abordaría en los años veinte el intento de dar forma plástica a su sueño de hacer volar a los hombres. Esa idea culminaría entre 1929 y 1932 con unas esculturas volantes, a las que da el nombre de Letatlin, que recuerdan intensamente los diseños de Leonardo da Vinci. Aparte de importantes documentos, podemos ver dos excelentes reconstrucciones de estas esculturas, con las que Tatlin buscaba “devolver al hombre el sentimiento del vuelo”, que le habría sido robado por “el vuelo mecánico del aeroplano”. Bellísimas en sus formas dinámicas, seguramente no podríamos volar físicamente con ellas, pero al verlas resulta difícil en cambio no elevarse hacia lo más alto en la imaginación.

PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1053, 7 de julio de 2012, p. 32.



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