La poesía de los sueños
Realmente, este sueño se
hizo realidad. Organizada en 16 secciones, con un orden cronológico, la
exposición de Joan Miró (1893-1983) en el Grand Palais de París, donde ya en
1974 se presentó otra gran exposición de sus obras, es quizás la más completa y
de mayor alcance por la calidad de las piezas reunidas, entre las numerosas
muestras que se han ido sucediendo en el tiempo, del trabajo de este artista
verdaderamente referencial. Si les es posible, no se la pierdan.
Autorretrato [Autoportrait] (1919). Ól. s. lienzo, 73 x 60 cm. Musée National Picasso-Paris.
El comisario: Jean-Louis
Prat, amigo personal de Miró y Director de la Fundación Maeght entre 1969 y
2004, consigue transmitirnos su deslumbrante fuerza creativa a lo largo de toda
su trayectoria. Y lo hace a través de 147 obras o series, con las múltiples
modalidades y soportes utilizados por Joan Miró: pinturas, dibujos, cerámicas,
esculturas, libros ilustrados. Que se complementan, en un excelente montaje,
con textos de pared de un gran interés y tres proyecciones de vídeo.
Joan Miró, nacido en
Barcelona, decidió dedicarse a la pintura en 1911, y años más tarde: en 1918,
presentó su primera exposición en la Galería Dalmau de su ciudad. Entre 1920 y
1924, reparte su tiempo entre París y la granja familiar de Mont-roig. Se fue
adentrando en los planteamientos de las vanguardias artísticas, primero en la
onda del fauvismo y del cubismo, pero a partir de 1924 en el ámbito del
surrealismo.
El carnaval de Arlequín [Le Carnaval d'Arlequin] (1924-1945). Ól. s. lienzo, 66 x 93 cm. Albright-Knox Art Gallery, Buffalo.
Fue ahí donde encontró
su itinerario, como él mismo señaló, retrospectivamente, en 1968: “El
surrealismo me abrió un universo que justifica y apacigua mi tormento. El
fauvismo y el cubismo no me habían aportado más que disciplinas formales,
severas. Había en mí una revuelta silenciosa.” Joan Miró estuvo presente en la
primera exposición surrealista, que tuvo lugar en París en 1925.
Es por ello habitual
caracterizar a Miró como un artista surrealista. Pero en ese aspecto es
importante introducir algunos matices de importancia. En primer lugar, la
dimensión plural que, a pesar de los planteamientos unitarios y jerárquicos de
André Breton, se despliega en el ámbito del surrealismo. Y en segundo lugar, el
hecho central de que Joan Miró no aceptó en ningún momento una disciplina de
“grupo”, que se mantuvo plenamente independiente a lo largo de toda su
trayectoria. En 1931, Miró indicaba: “Considero el surrealismo como una
manifestación intelectual extremadamente interesante, un valor positivo; pero
no tengo que someterme a sus reglas rigurosas.”
Foto: éste es el color de mis sueños [Photo: ceci est la couleur de mes rêves] (1925). The Metropolitan Museum of Art, New York.
El surrealismo abría un
camino que Joan Miró fue construyendo siguiendo sus impulsos más íntimos. Los
que le llevaban a proclamar en 1927 su voluntad de “asesinar la pintura”, que
hay que entender en el sentido del rechazo a las fórmulas dadas, al poder de lo
establecido en el arte. Y precisamente, desde la pintura y desde todas las
otras fórmulas posibles de expresión plástica.
En mi opinión, el núcleo
estético de la obra de Joan Miró parte de una revuelta, intelectual y moral,
ante todas las variantes de ejercicio del poder que niegan la libertad humana.
Aparte de nuestra terrible Guerra Incivil, en la vida de Miró estuvieron
presentes dos guerras mundiales. Pero lo decisivo es que ese espíritu de revuelta
se desplegó en la construcción de un lenguaje plástico de una coherencia y de
una intensidad iluminadora verdaderamente deslumbrantes.
Joan Miró pintando El segador [Le Faucheur], en el Pabellón Español, Exposición Universal, París 1937.
Recorriendo sus obras,
desde sus inicios hasta su última etapa, ese espíritu de revuelta y su fuerza
creativa se mantienen siempre firmes. Joan Miró creó un lenguaje plástico
enteramente personal, propio, construyendo un alfabeto de formas en el que
alientan la naturaleza, los animales, los seres humanos, y el erotismo a través
de fragmentos y superposiciones, de metamorfosis y huellas.
Miró es un poeta de las formas, que busca en
todo momento la transcendencia del sueño
plástico. En 1936, decía: “Yo no hago diferencia alguna entre pintura y
poesía. (…) Pintura o poesía se hacen como se hace el amor; un intercambio de
sangre, un abrazo total, sin ninguna prudencia, sin ninguna protección.”
Mujer y pájaro en la noche [Femme et oiseau dans la nuit] (26 de enero de 1945). Fundació Joan Miró, Barcelona.
Y en 1977, aludiendo a
una de sus obras de mayor alcance, Foto:
Éste es el color de mis sueños (1925), presente en esta exposición,
aclaraba: “Yo no sueño nunca por la noche, pero en mi taller estoy en pleno
sueño. (…) Es cuando trabajo, cuando estoy despierto, cuando yo sueño. (…) El
sueño está en mi vitalidad, no en los márgenes, no provocado. Nunca.” Joan
Miró: poesía y transcendencia del sueño plástico. Ir más allá, superar las barreras,
saltar. Desde aquí, podemos verlo.
Otra vida, más plena, es posible.
*
Miró; Grand
Palais, París.
Comisario: Jean-Louis Prat.
Hasta el 4 de febrero de 2019.
* Publicado, en versión
reducida, en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.348, 2o de octubre de
2018, pp. 20-21.
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