lunes, 12 de diciembre de 2011

Goya: la verdad de lo real

El nuevo libro* de Tzvetan Todorov (Sofía, Bulgaria, 1939) supone un cruce entre dos de sus intereses teóricos centrales: el análisis del pensamiento de la Ilustración y el de los episodios más relevantes de la tradición artística europea, en este caso a través de la figura y la obra de Goya. El resultado es un hermoso y sugestivo ensayo, escrito además en un lenguaje sumamente claro y preciso. En síntesis, Todorov plantea que Goya es no sólo uno de los más grandes artistas, que con su obra lleva a cabo una ruptura con la tradición que anuncia el advenimiento del arte moderno, sino que a la vez es también una de las principales personalidades de la Ilustración. De ese movimiento o actitud: la Ilustración, las Luces, que supone la toma de consciencia de la autonomía, racional y moral, del sujeto humano, y con ello, desde el punto de vista de la historia de las ideas, el inicio del desarrollo de la Modernidad.   


Este segundo aspecto es bastante novedoso, dado que no es habitual tomar en consideración la aportación de Goya al pensamiento de las Luces. El gran pintor no dejó textos teóricos, y ni siquiera demasiadas reflexiones o consideraciones acerca del trabajo artístico, más allá de las que aparecen ocasionalmente en sus cartas. Pero Todorov rastrea y propone una reconstrucción de su pensamiento utilizando las leyendas de las distintas series de grabados y de los dibujos, que pone en relación con un análisis de lo que plantean las propias obras de Goya. Sale así a la luz lo que él llama “un espacio intermedio”, no teorizado, que englobaría los discursos y las imágenes, pero también el medio histórico y social en el que se escriben los textos, se pintan los cuadros y se dibujan las figuras.
La reconstrucción de Todorov avanza cronológicamente, siguiendo paso a paso en paralelo el despliegue de la vida y la obra de Goya. Llamando la atención sobre los dos momentos en que éste sufre graves enfermedades: 1792 y 1819, la intensa perturbación que debió experimentar en su posible relación con la Duquesa de Alba, los terribles acontecimientos históricos que se vivieron en España: invasión napoleónica, restauración de la dinastía borbónica, trienio liberal y nueva restauración del absolutismo. Y sobre cómo todo ello fue incidiendo en un proceso de profundización en su manera de comprender la pintura, que le llevaría progresivamente a una especie de desdoblamiento: un Goya “público”, pintor de la Corte y personalidad solicitada para todo tipo de encargos artísticos, y un Goya “interior”, que dibuja, pinta e incluso graba estampas sólo para sí, dando rienda suelta sin limitaciones externas a sus ideas, emociones y sentimientos. Esto era completamente nuevo, algo revolucionario respecto a la tradición artística europea.
Todorov desvela de este modo lo que podríamos llamar el pensamiento pictórico de Goya, su pensamiento en imágenes. Cuyos ejes fundamentales se sitúan en tres ámbitos diferentes, pero relacionados entre sí. El primero tiene que ver con una reflexión sobre el conocimiento y la representación, con una formulación inicial en el momento del ingreso de Goya en la Academia de Bellas Artes de San Fernando: “Dibuja lo que ves, no lo que es”, pero que se prolongaría a lo largo de toda su vida. Ese planteamiento implica asumir las limitaciones subjetivas de toda representación, y de un modo que considero plenamente acertado Todorov lo pone en relación con la “revolución copernicana” de la que habló Kant, al fundamentar su filosofía crítica frente al pretendido “realismo” de la metafísica tradicional.
En segundo lugar, estaría una consideración específica del psiquismo humano. Para Goya, el hombre no es un ser “exclusivamente” racional, sino interiormente múltiple e incoherente, debatiéndose continuamente entre deseos y pulsiones contradictorios. Goya no veía para el hombre otra vía que la de la razón, pero a la vez era plenamente consciente de sus desviaciones y peligros, de las sombras que habitan en el fondo de las luces de la humanidad. En este punto hay que señalar que la reivindicación de Goya como una de las grandes figuras intelectuales de la Ilustración va unida a una interpretación de ésta por parte de Todorov en un sentido más profundo, menos tópico y reductivo de lo habitual en los manuales de historia de las ideas. En general, los grandes pensadores de las Luces no fueron tan ingenuamente optimistas como a veces se dice, sabían y planteaban que luces y sombras brotan de la misma raíz. Un tercer ámbito de reflexión en la obra de Goya, ligado al anterior,  sería la representación de una especie de “catálogo” de las diversas formas de violencia: guerra, crimen, tortura, etc., de las que somos capaces los seres humanos, independientemente de los ideales que se profesen.
La reconstrucción del pensamiento en imágenes de Goya nos permite así no sólo acceder a un conocimiento más profundo de la complejidad de su personalidad y de su obra, sino llegar a comprender que “los fantasmas” que proliferan en la misma no son seres de otro mundo. Al contrario, forman parte del ser humano, viven en su mente, y desde ese punto de vista, como indica Todorov, “esos fantasmas conducen a la verdad de lo real”.

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* Goya. A la sombra de las Luces. Tr. de Noemí Sobregués, prólogo de José María Ridao; Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2011. 251 pgs.


PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1019, 19 de noviembre de 2011, p. 20.

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