Las formas en movimiento
El Museo Thyssen
presenta una sugestiva muestra de Victor Vasarely (1906-1997), que permite un
recorrido bastante completo del conjunto de su trayectoria. Vasarely, sin duda
uno de los artistas no figurativos más importantes del siglo veinte, nació en
Pécs, Hungría, aunque después de sus años de estudio y formación se trasladó a
Francia en 1930, donde residiría el resto de su vida.
Hombre en movimiento (El hombre) (1943). Témpera sobre contrachapado, 117 x 132 cm. Vasarely Múzeum, Budapest.
Articulada en nueve
secciones, en orden cronológico, la exposición reúne 88 obras y 2 películas,
que proceden en su mayor parte del Museo Vasarely de Budapest y del Museo
Victor Vasarely de Pésc, y el resto de otras procedencias. Es también
significativo que el comisario es Márton
Orosz, conservador del Museo de Bellas Artes de Budapest y director del Museo
Vasarely. Así, tanto los fondos húngaros de obras de Vasarely como la mirada
húngara sobre los mismos, se han trasladado temporalmente a Madrid.
En
sus años de formación en Hungría, el diseño fue una de sus actividades
centrales. En 1925 trabajaba en el diseño de escaparates, y entre 1925 y 1930
cursó estudios especializados en gráfica publicitaria, diseño, fotografía, y
artes aplicadas al cine y al teatro. Esta dimensión: la potencia creativa del
diseño, constituye uno de los aspectos decisivos de la obra de Vasarely a lo
largo de toda su trayectoria, como bien puede apreciarse en las obras de esta
muestra.
Gixeh II (1955-1962). Óleo sobre lienzo, 170 x 160 cm. Szépmüveszeti Múzeum, Budapest.
Aunque
se suele encuadrar a Vasarely como uno de los iniciadores del «Op Art», o arte óptico, y de ahí el título de esta exposición,
él prefería situarse en el marco del «arte cinético», un término que empezó a
utilizar en 1953, basándose en la descripción del movimiento de los gases de
Nicolas Sadi Carnot, ingeniero francés del siglo XIX.
Kroa-MC (1962). Múltiple. Serigrafía sobre metal, 44 x 44 x 5o cm. Vasarely Múzeum, Budapest.
Posteriormente,
en 1965, Vasarely concretaba así su concepción del trabajo artístico: “La
combinación de las fuerzas creativas es comparable a las moléculas de un gas
que se mueve en el continuo del espacio-tiempo.” Cada partícula de esa
combinación tendría su propia razón de ser, su individualidad, mientras que al
mismo tiempo constituyen una unidad. Lo decisivo es el movimiento: “Algunas
vibran más rápidamente, y este movimiento incrementado está cercanamente
relacionado con el periodo en que esta individualidad vive.”
Con
el título El movimiento [Le Mouvement], tuvo lugar en 1955 en París,
en la Galería de Denise René –a quien había conocido en 1939–, la primera gran
exposición de arte cinético, con la que Vasarely alcanzó una gran proyección
internacional. Para esa ocasión, Vasarely escribió para el catálogo un
manifiesto, impreso sobre una hoja de papel amarillo, que se conocería después
como el «Manifiesto amarillo».
En
él se encuentran algunas claves fundamentales de su obra. Los antecedentes y
referencias explícitos que menciona: Manet, Cézanne, Matisse, Picasso,
Kandinsky, Mondrian, Le Corbusier, Calder… Junto a la importancia del
movimiento, la idea de que la forma y el color constituyen una unidad
indisociable: “Forma y color no son sino uno. La forma no puede existir sino
una vez señalada por una cualidad coloreada. El color no es cualidad sino una
vez delimitado como forma.”
Toro (1973-1974). Acrílico sobre lienzo, 175 x 175 cm. Vasarely Múzeum, Budapest.
Y
también la consideración del cambio en los soportes y en la transmisión de las
obras de arte, propiciados por el despliegue de nuevas técnicas, algo que será
decisivo en su propuesta de obras concebidas como «múltiples», y de las que
también hay ejemplos en esta muestra. Según Vasarely: “Si la idea de la obra
plástica residía hasta aquí en una acción artesanal y en el mito de la ‘pieza
única’, hoy en día se sitúa en la concepción de una posibilidad de recreación,
de multiplicación, y de expansión.” Es decir, Vasarely era plenamente
consciente de la nueva situación del arte en una época marcada por la
reproductibilidad técnica de las obras, como ya había señalado Walter Benjamin veinte
años antes.
Como
ocurre en todas las dimensiones del diseño, y para Vasarely eran fundamentales
el arquitectónico y el gráfico, las obras artísticas se piensan en un registro
abierto a la multiplicidad. En ellas, el núcleo expresivo se sitúa en la
interacción entre forma y color, que Vasarely concibe, estableciendo una
analogía con las matemáticas, con los términos de una ecuación: 1=2 / 2=1, que
permite establecer una gramática de las formas, que a su vez –y también de
forma explícita– se compara con la notación musical.
Bi-Octans (1979). Acrílico sobre lienzo, 180 x 180 cm. Vasarely Múzeum, Budapest.
Todo
ello va desplegándose ante nuestra mirada en las distintas secciones de la
muestra. En un caso: El hombre (1953),
nos lleva de manera anticipatoria de algo cada vez más evidente, a la
integración hombre-máquina, a la figura del cyborg.
Y en todas las piezas, el juego de combinación y movimiento nos permite entrar
y salir de las formas a partir de las diversas modulaciones de figuras
geométricas. Victor Vasarely: las formas
en movimiento.
*
Victor Vasarely. El nacimiento del Op Art; Museo Thyssen, Madrid. Comisario: Márton
Orosz. Del 7 de junio al 9 de septiembre de 2018.
* Publicado en ABC Cultural
(http://www.abc.es/), nº 1.334, 16 de junio de 2018, pg. 21.
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