Dibujar la vida
En pocas ocasiones una
exposición me ha impresionado tanto. Por fortuna, el conocimiento de la estampa
tradicional japonesa, de los grabados llenos de vivacidad y colorido, se va
haciendo cada vez más amplio. Y en particular esa pieza maestra a la que se llama
popularmente “la ola”, nos resulta hoy bastante familiar. Pero esta muestra que
se presenta en París, en el Grand Palais, es toda una proeza, lo que los
franceses llaman un “tour de force”. No estamos ante una exposición genérica de
estampas, sino ante una gran exposición personal, una monográfica, que reúne más
de 500 piezas del gran maestro Katsushika Hokusai (1760-1849), no pocas de las
cuales pueden apreciarse por vez primera en Europa.
En el hueco de una ola a lo largo de Kanagawa.
Serie: Treinta y seis vistas del Monte Fuji (h. 1830-1834).
Nacido en un suburbio de Edo
(la actual Tokyo), Hokusai fue adoptado cuando tenía tres años por un artesano
que fabricaba espejos. Muy pronto desarrolló unas grandes dotes como dibujante,
y pasó a trabajar con un librero y después, como aprendiz, con un xilógrafo
entre 1773 y 1778. Desde ese año se integró, hasta 1794, en un importante
taller de estampas, lo que le permitió estudiar y conocer a fondo a los grandes
maestros de dicho arte. A partir de entonces, comenzó, ya de forma
independiente, una intensísima actividad como grabador, dibujante y pintor. Artista
sumamente prolífico, parece que Hokusai llegó a realizar más de 30.000 piezas,
algunas de ellas consideradas hoy en Japón tesoros nacionales.
Keisai Eisen (1790-1848): Retrato de Hokusai. Fecha desconocida.
La exposición está ordenada
en ocho apartados. El primero, de introducción, sobre Hokusai y Francia, registra
el choque cultural que se produjo en Europa en la segunda mitad del siglo XIX
tras el descubrimiento en Occidente del arte japonés, y que en Francia daría
lugar a lo que se llamó “japonismo”. Un término que expresa la intensa
atracción que Japón ejerció entonces sobre escritores y artistas, entre estos últimos
algunos de los más relevantes en esa época: Edgar Dégas, Paul Cézanne, Claude
Monet, o Vincent van Gogh, por ejemplo.
Los siete apartados
siguientes recogen cronológicamente, de 1778 a 1849, las distintas fases o
periodos creativos que suelen distinguirse en la actividad artística de
Hokusai. A lo largo de esos años parece que llegó a adoptar públicamente
treinta nombres diferentes. Nuestros ojos van recorriendo una gran diversidad
de técnicas y soportes: dibujos, estampas, pinturas sobre rollos para colgar en
la pared (kakemonos). E incluso los libros llamados Hokusai manga (Dibujos diversos de Hokusai), manuales para la enseñanza de la
pintura sobre los que Hokusai comenzó a trabajar en 1810 y que se fueron
editando desde 1814 hasta 1878, con la aparición póstuma del cuaderno XV.
Cuadro de las costumbres femeninas del tiempo (h. 1792-1794). Kakemono, díptico.
Algunas de las piezas en la
muestra son tan frágiles, en particular ciertas pinturas sobre seda y
determinadas series de estampas, que por necesidades de conservación serán
reemplazadas por reproducciones a partir del 1 de diciembre.
A pesar de la diversidad de las
obras y de las situaciones creativas de Hokusai, en esta excelente exposición podemos
apreciar lo que sin duda constituye su hilo conductor: el dibujo. El dibujo como plasmación visual de la vida. Y eso es
algo que el propio Hokusai indicó en un texto cargado de fuerza expresiva y de
un intenso aliento irónico, en el
postfacio a una de sus series de estampas de su última época: Cien vistas del Monte Fuji (1835), una
auténtica obra maestra.
Espectro de Oiwa-san.
Serie: Cien cuentos de fantasmas (h. 1831-1832).
Escribe allí Hokusai: “Desde
los seis años, tenía la manía de dibujar la forma de los objetos. Hacia los
cincuenta, había publicado una infinidad de dibujos, pero todo lo que he
producido antes de los setenta años no merece ser tenido en cuenta. Es a los
setenta y tres años cuando he comprendido más o menos la estructura de la
verdadera naturaleza, de los animales, de las hierbas, de los árboles, de los pájaros,
de los peces y de los insectos.
Por consiguiente, a los
ochenta y cuatro años, habré hecho todavía más progresos; a los noventa años,
penetraré el misterio de las cosas; a los cien años habré decididamente
alcanzado un grado de maravilla, y cuando tenga ciento diez años, en mi casa,
sea un punto, sea una línea, todo estará vivo.
Pido a todos los que vivan
tanto como yo que vean si mantengo mi palabra.”
Viento del sur, cielo claro.
Serie: Treinta y seis vistas del Monte Fuji (h. 1830-1834).
Lamentablemente, Hokusai no
llegó a vivir esos ciento diez años en los que preveía alcanzar, o jugaba con
ello, su plena madurez. Pero, desde luego, en su larga vida, en su intensa
actividad, despunta la obra de un artista universal, que sigue viviendo y vivirá
en el tiempo de la visión y la memoria. Se trata de alguien fascinante, tanto
por su maestría y el carácter sutil de su
trabajo como por el amplio arco de sus intereses plásticos. En sus obras late
el Japón de otro tiempo, en ellas vemos y sentimos el dinamismo de las figuras
femeninas, la gestualidad estereotipada de los actores, los guerreros, los
niños, los animales, y sobre todo la naturaleza… En definitiva, la línea de la vida de ese Japón
pre-moderno y pre-industrial, que ya no existe, pero que en su dibujo nos lleva
a lo más profundo de la existencia humana.
* Hokusai. Comisarios: Seiji Nagata y Laure Dalon; Grand Palais,
París, 1 de octubre de 2014 – 18 de enero de 2015.
Yo no sé si las palabras de Mr. Hokusai van cargadas de ironía, provocación o espontaneidad, resultado de una reflexión profunda o de un par de copas de sake, sea como sea, que hagas me han entrado de conocer su obra!
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