Picasso y los espejos de la visión
En
un anticipo de la atención que sin duda recibirá el año que viene, en el que se
cumplirán los cincuenta años de su fallecimiento, dos relevantes exposiciones
–una en Madrid, la otra en Málaga–
centran de nuevo nuestra atención sobre Pablo Picasso. En ambos casos
los planteamientos confluyen en una línea de comparación y contraste.
En
la exposición de Madrid encontramos cuarenta y cinco estampas, tres dibujos y
una escultura de Picasso, de las colecciones de la Academia de Bellas Artes, que
se presentan junto a siete pinturas y dos esculturas de la Fundación Beyeler
(de Basilea). La de Málaga, realizada en colaboración con el Museo de Bellas
Artes de Sevilla donde tuvo una presentación previa, reúne las obras de siete
artistas del pasado, reconocidos como “maestros”, junto a nueve obras de
Picasso de la Fundación Almine y Bernard Picasso para el Arte (FABA) y otra más
también de Picasso del Museo de esa ciudad, donde se presenta la muestra.
En
Madrid, el proyecto de la Academia de Bellas Artes enlaza con el dato histórico
de la estancia de Picasso como estudiante durante unos meses en la misma, donde
pidió formalmente su ingreso el 14 de octubre de 1897, cuando estaba a punto de
cumplir dieciséis años de edad, y después de haber cursado estudios a partir de
1895 durante dos años en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona.
Parece
que en Madrid no se sintió demasiado integrado en la línea de estudios de la
Academia ni con el ambiente de la ciudad, pero que en cambio visitó con mucha
frecuencia el Museo del Prado en el que pudo intensificar su conocimiento y
aprecio de El Greco, Velázquez, y Goya. Había ya realizado una primera visita
al Prado en abril de 1895 durante un viaje. En junio de 1898 volvió a
Barcelona, enfermo de escarlatina, y se trasladó a Horta del Ebro. Su posterior
visita a París, en octubre de 1900, acabaría marcando de un modo decisivo su
trayectoria.
En
las salas de la Academia de Bellas Artes encontramos la intensidad con la que
el dibujo de Picasso fluye en las estampas de series de obra gráfica como La obra maestra desconocida (1927), o la
Suite Vollard (1931). También la
modulación de los rostros y figuras de la pareja, donde podemos apreciar cómo
resuena El Greco, en el sumamente expresivo aguafuerte La comida frugal, de la Suite
de los Saltimbanquis (1904).
Las
tres esculturas son representaciones de cabezas de mujer, que nos llevan al
interés de Picasso por sus parejas de convivencia, algo que se proyecta
igualmente en las pinturas presentes, en las que hay que destacar especialmente
las dos figuraciones de Dora Maar: La
mujer que llora (1937) y Busto de
mujer con sombrero (1939). De gran importancia es también el óleo Mujer (1907), de la época de Las señoritas de Aviñón, donde podemos
apreciar los juegos de Picasso con las formas cubistas y los contrastes de
colores.
En
los grabados vemos una vez y otra la reverberación de temáticas clásicas:
desnudos, artistas y modelos (una cuestión central para Picasso a lo largo de
toda su trayectoria), la figura del Minotauro, y una referencia a Rembrandt.
Las pinturas y esculturas modulan un juego continuo con rostros y figuras (de
ahí el título de la exposición). Y así, en definitiva, podemos señalar que el
eje que articula toda la muestra, en su diversidad, es el retrato, concebido por Picasso en todo momento de una manera
dinámica y nunca meramente repetitiva de lo natural.
Los
“maestros” que están presentes en la muestra del Museo Picasso de Málaga son: El
Greco (1541-1614), Francisco Pacheco (1564-1644), Giovanni Battista Caracciolo
(1578-1635), Francisco de Zurbarán (1598-1664), Cornelis Norbertus Gijsbrechts
(1630-1683), Bernardo Lorente (1680-1759), y Diego Bejarano (siglo XVIII). Y
los ejes temáticos que articulan la propuesta de relación entre esos maestros y
Picasso, como se señala explícitamente en la nota de prensa, son: el
“significado social y psicológico del retrato”, “el papel del realismo
ilusionista en la pintura”, y la “meditación sobre la mortalidad”. También
aquí, el retrato está en el centro, y
es que sin duda se trata de una cuestión central en Picasso.
En
este caso, la propuesta se articula en una serie de 7 “diálogos” entre obras de
ellos y obras de Picasso, articulados sobre ejes temáticos, procedimientos
expresivos y posibles ecos conceptuales. Todos son de un gran interés, aunque
pienso que destaca especialmente el que se establece entre la pintura de El
Greco Retrato de Jorge Manuel
Theotocópuli (ca. 1600-1605) y dos pinturas de Picasso centradas en la
representación del rostro: Cabeza de
mosquetero (1968) y Busto de hombre
(1970). Y así mismo el que une El niño de
la espina (ca. 1645), de Zurbarán, con la pintura de Picasso Hombre observando a una mujer dormida
(1922).
Lo
que tenemos en ambos casos es un juego de
la visión: modulaciones y reflejos que nos permiten apreciar la importancia
de la visión concentrada, la que fluye en la pintura, para así poder pasar de
simplemente mirar a poder ver, ver a fondo lo que se despliega ante nuestros
ojos. El conjunto de diálogos se completa con un vídeo de síntesis, producido
por el Museo, de algo más de doce minutos de duración en el que se indica la
importancia de los museos en la formación del pensamiento artístico de Picasso,
y a la vez la importancia de los mismos en la recepción y transmisión de sus
obras.
Picasso,
los maestros, los museos... Esto es lo que dijo el propio Picasso, según se
recoge en un libro de Claude Thibault publicado en 1984: “Los discípulos... no
me interesan en absoluto. Sólo cuentan los maestros, los que crean.” Y también
indicó lo siguiente, como en este caso podemos leer en un libro de 1959 de
Hélène Parmelin: “Tengo la impresión de que Delacroix, Giotto, Tintoretto, El Greco,
todos estos pintores y los de la actualidad, los buenos y los malos, los
abstractos y los no abstractos, están todos ahí detrás, a mi espalda, mirándome
mientras trabajo.”
Sólo
así puede entenderse la fuerza y complejidad del trabajo artístico de Pablo
Picasso, con su inmensa variedad temática, de soportes, y de estilos: dibujo,
pintura, obra gráfica, escultura, y también escritura... Tenía en todo momento
en su interior, mirando a su espalda el trabajo que él realizaba, todo el
conjunto del devenir histórico de las artes.
Ya
he señalado anteriormente en otros ámbitos que al pensar el arte contemporáneo,
el arte del tiempo que vivimos, hay que situar en el principio del mismo a
Pablo Picasso. Fue él quien supo situarse en profundidad mirando y viendo hacia atrás, para desde esa posición de
diálogo crítico dar vida al presente y proyectarla hacia el futuro.
Más
allá de los tópicos clasificatorios, historicistas, que intentan definir y
encuadrar a los artistas por la adscripción a un estilo, Picasso los recorre y
subvierte todos, desde una plena libertad expresiva. Pero en toda su variación
estilística y formal, el arte de Picasso se caracteriza por un elemento nuclear de continuidad: la
consciencia del proceso de construcción
de la visión que tiene siempre lugar en la obra de arte plástica. De ahí la
abundancia de imágenes que plantean esa cuestión, de alusiones explícitas al
problema, como queda bien claro en estas dos exposiciones.
Y junto a ello es también importante señalar la
larga serie de "mirones" que aparecen en las obras picassianas. La
representación obsesiva del artista (pintor o escultor) y la modelo (el acto de
ver se equipara con el acto de amar, pintar o esculpir con el proceso erótico).
O la presentación de la pintura "dentro" de la pintura (tanto en la
temática del artista y la modelo, como en las sucesivas aproximaciones y
variaciones sobre las obras de pintores del pasado). O de la escultura
"dentro" de la escultura (con la reutilización con nuevos sentidos
estéticos de materiales de desecho o de uso práctico en la vida cotidiana).
Ése es el verdadero secreto estético de Picasso, lo que da unidad a su proteica,
metamórfica, actividad de artista: él fue quien comprendió antes y con más
intensidad que ningún otro artista en el ya pasado siglo XX y en su proyección
actual que el núcleo de las artes plásticas está constituido por el proceso de construcción de la visión. En el inicio
era y es Picasso.
* Picasso. Rostros y figuras. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid. Comisarios: Raphaël Bouvier y Estrella de Diego. Del 16 de febrero al 15 de mayo.
* Cara a cara. Picasso y los maestros antiguos. Museo Picasso, Málaga. Comisario: Michael FitzGerald. Del 22 de febrero al 26 de junio.
* Publicado en EL CULTURAL: - Edición
impresa, 4-10 de marzo, pgs. 38-41.
Edición online:
https://www.elespanol.com/el-cultural/arte/exposiciones/20220313/pablo-picasso-espejos-vision/653934956_0.html
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