lunes, 25 de octubre de 2021

David Hockney y Martin Gayford: No se puede detener la primavera.

   David Hockney: Viaje a la primavera

Este libro es un auténtico viaje interior, que nos lleva a lo más profundo de las raíces de la vida. El artista inglés David Hockney, que cumplió 84 años el pasado 9 de julio, nos transmite en él su fuerza anímica y su vigor creativo. En sentido preciso, se trata de un libro a dos voces: la de Hockney y la de Martin Gayford, crítico y teórico del arte, quien como él mismo indica “después de terminar dos libros con David y sobre David” se comprometió a intentar comprender la nueva vida del artista en Normandía.

Lo que el libro nos da es una interrogación abierta y continua de David Hockney acerca de sí mismo y de sus procedimientos de trabajo, en diálogo y contraste permanentes con las obras y los artistas del pasado histórico. Como señala Martin Gayford: “esto no es una biografía. Tiene más de diario de trabajo y conversaciones” (pg. 13).

Hockney es un pintor viajero, que ha ido de un lado a otro, fuera de su Inglaterra natal, con residencias estables durante más de 30 años en California, y que después de un viaje a Normandía en 2018 decidió ir a instalarse allí a “la llegada de la primavera”. En consecuencia, compró una casa con jardín situada a unos 40 minutos en coche de la ciudad de Bayeux, donde se estableció a comienzos de marzo de 2019.

Todo ello ha resultado decisivo en las últimas fases de trabajo artístico de Hockney. Allí disponía del jardín, de los árboles, de la posibilidad de caminar por espacios abiertos. Todo le resultaba favorable, según sus propias palabras: “Aquí puedo trabajar el doble o el triple” (pg. 76). Y así, cuando se produjo el confinamiento por la Covid 19, Hockney pensó que él y sus asistentes estaban “confinados en el paraíso” (título del capítulo 6 del libro), y viviendo en las imágenes. Una selección de la serie de obras allí producidas ha podido verse en la Royal Academy de Londres entre el 11 de agosto y el 26 de septiembre.

Serie 'La llegada de la primavera', Normandía, 2020: Nº 241, 23 de abril de 2020.

La representación de la naturaleza, plena de vigor, se convierte entonces en el motivo decisivo de su obra. El jardín, la casa del pintor, los árboles, el cielo, el agua, los paisajes animados, vivos en sus pinturas y dibujos como podemos ver en las reproducciones del libro, son como espejos dialécticos de los ambientes urbanos, tan cerrados y diferentes. Y, a la vez, una llamada de atención sobre esos registros de vida natural que hay que cuidar y conservar.

El viaje interior de Hockney, además de a la naturaleza, nos lleva también a los procesos complejos y dinámicos de sus maneras de hacer arte, siendo siempre muy consciente de la intensa abundancia de imágenes en reproducción hoy disponible. Sus reflexiones permiten apreciar una interrogación constante acerca de sí mismo y de su trabajo, en diálogo y contraste con las obras y los artistas del pasado histórico. Podemos apreciar, con todos los matices, especialmente sus conexiones con Brueghel el Viejo, Rembrandt, Degas, Cézanne, Van Gogh, y del modo más intenso a Picasso, a quien consideraba su maestro.

Sus obras son específicamente dibujos y pinturas, pero en ello trabaja siempre minuciosamente. En el libro, tras una referencia precisa a Edgar Degas, quien habría indicado sobre sí mismo: «solo soy un hombre al que le gusta dibujar», Hockney señala: “Ese soy yo, un hombre al que le gusta dibujar. No dejo de conocer gente que dibuja de forma algo tosca, y yo les digo que hace falta un poco de práctica. Necesitas que te digan las cosas: cómo ver con más claridad. Puedes enseñar el oficio, pero la poesía no la puedes enseñar.” (pgs. 81-83). De eso se trata: dibujos y pinturas estudiados y desarrollados a fondo para intentar dar paso a la poesía en las formas visuales, a los ecos de la vida.

Serie 'La llegada de la primavera', Normandía, 2020: Nº 370, 2 de mayo de 2020.

En cuanto a la técnica, Hockney se sitúa también en el presente: utiliza para plasmar sus dibujos el soporte digital del iPad, que imprime más velocidad a su producción de obras. Esto es lo que él mismo señala: “En un dibujo o una pintura puede haber horas, días, semanas e incluso años. Con un lienzo podría tardar dos o tres días, pero con el iPad tengo que terminarlo más o menos del tirón (aunque a veces puedo trabajar un poco en ellas [en esas obras] el día después).” (pg. 214).

La cuestión del tiempo en el proceso artístico es central para Hockney. En sus obras, nada está quieto, todo se mueve. Sus paisajes están animados, y como señala Martin Gayford “inciden en el constante movimiento en que se hallan muchas panorámicas que consideramos estáticas: el amanecer, la lluvia, la puesta de sol.” (pg. 146). Los colores, a cuyos soportes Hockney presta una gran atención, el agua, las salpicaduras, y la transparencia (especialmente en la representación de cristales) son en todo momento flujos dinámicos. Esa voluntad de representar interiormente el movimiento en las formas estáticas del dibujo y la pintura está detrás de la atención que a lo largo de su trayectoria ha prestado siempre a la representación del agua, y que se ha hecho bastante intensa en su etapa en Normandía.

Estas cuestiones se articulan con la importancia que para Hockney tienen la música y los libros. Su pérdida de capacidad auditiva, por lo que ha tenido que utilizar audífonos desde 1979, no impide su atención permanente a las obras musicales, con su gran aprecio por Beethoven y Wagner, entre otros. En cuanto a la literatura, encontramos referencias (en el capítulo 13) a los Hermanos Grimm, Hans Christian Andersen, Gustave Flaubert, y Julian Barnes.

Serie 'La llegada de la primavera', Normandía, 2020: Nº 339, 18 de mayo de 2020.

Obviamente, en el libro todo se articula en torno a la primavera, esa especial primavera en Normandía, sobre la que Hockney nos dice: “Siempre recordaré la primavera de 2020. Hace un tiempo maravilloso. Llueve algunos días, pero la lluvia es bonita.” (pg. 256). En ella encuentra el movimiento de la vida.

Y su objetivo central es crear imágenes: “Tengo que pintar. Siempre he querido hacerlo, desde que era pequeño. Ese es mi trabajo, crear imágenes, y llevo más de sesenta años haciéndolo.” (pg. 202). Hacer eso implica buscar una representación dinámica, y en este punto se sitúa el factor conceptual decisivo en el pensamiento de Hockney: “Yo creo que el tiempo está en mis pinturas. Siempre están fluyendo, siempre, igual que siempre fluye la naturaleza.” (pg. 211). Porque para él, como ya señaló Heráclito, “todo fluye”, “todo se halla en un flujo” (pg. 208). A través del arte, en el viaje de Hockney a la primavera, donde la naturaleza no deja de fluir. Las raíces de la vida.

 

* David Hockney y Martin Gayford: No se puede detener la primavera. David Hockney en Normandía. Traducción de Julio Hermoso. Siruela, Madrid, 2021. 279 pgs.

* Publicado en EL CULTURAL: - Edición impresa, 22 de octubre, pgs. 12-13. Edición online, https://elcultural.com/david-hockney-el-arte-en-una-eterna-primavera

lunes, 4 de octubre de 2021

Exposición en la Fundación MAPFRE, Madrid

Giorgio Morandi: la abstracción figurativa

La obra del artista italiano Giorgio Morandi (Bolonia, 1890-1964) llega de nuevo a Madrid, en una exposición que posteriormente viajará a Barcelona, donde se presentará en la Fundació Catalunya La Pedrera. Morandi es un artista muy especial: un solitario, prácticamente a lo largo de toda su trayectoria, alguien que trabajó en un intenso aislamiento voluntario, siempre al margen de los ámbitos colectivos de las vanguardias y los grupos artísticos. En el inicio aludía a la relevante atención que se le ha ido prestando en España, donde desde 1999 ha podido verse un conjunto bastante significativo de muestras de sus obras.

El solitario Morandi vivió toda su vida con la única compañía de sus tres hermanas en una casa-taller en la Via Fondazza, de Bolonia (motivo de algunas de sus pinturas), con la excepción de algunos periodos estivales en una casa de campo en Grizzana (convertida hoy en museo), también en Bolonia. Aparte de viajes ocasionales a Florencia, Roma y Venecia, su único viaje al extranjero fue a Winterthur (Suiza), en 1956, con motivo de la presentación allí de una exposición de sus obras.

La que ahora podemos ver en la Fundación MAPFRE está concebida como una síntesis integral de su trabajo artístico. Estructurada en siete secciones, con un montaje muy limpio y ordenado, que permite un diálogo intenso de nuestra visión con las obras de Morandi, como él mismo reclamaba, para poder alcanzar la comprensión de lo que vemos. Estas fueron sus palabras: “Se puede viajar por el mundo y no ver nada. Para alcanzar la comprensión es necesario no ver muchas cosas, sino mirar atentamente lo que ves.”

Estos son los títulos de las siete secciones: Los inicios, Encantamientos metafísicos, Paisajes de duración infinita, El perfume negado, El timbre autónomo del grabado, Los colores del blanco y Diálogos silenciosos. Se presentan en total 109 obras de Morandi, y junto a ellas también 26 obras de 20 artistas actuales, en diálogo con él, para así resaltar el eco que llega hasta hoy de este artista solitario en el arte posterior. Destaca aquí la instalación escultórica de Tony Cragg Paisaje erosionado [Eroded Landscape] (1999), acumulación de objetos y recipientes de vidrio mateados con arena, y superpuestos en cuatro niveles.

Tony Cragg: Paisaje erosionado [Eroded Landscape] (1999). 
Vidrio mateado a la arena, 250 x 150 x 150 cm.

Las dos primeras secciones recogen los pasos artísticos iniciales de Morandi, con ecos del Impresionismo, el Cubismo, y de lo que en Italia se llamó La pintura metafísica (con las figuras centrales de Giorgio de Chirico y Carlo Carrà). Un rasgo definitorio de lo que sería su “lenguaje” propio fue la ausencia de la representación de figuras humanas en sus obras. Y por ello resulta significativa la presencia de dos pinturas: Bañistas (1915) y  Autorretrato (1925), y de una acuarela: Bañistas (1918), centradas en esa cuestión.

Naturaleza muerta metafísica [Natura morta metafisica] (1918).
Óleo sobre lienzo, 54 × 38 cm.

El lenguaje propio de Morandi se despliega a través de un proceso de ensimismamiento en una serie de motivos de representación que van y vienen en una intensa continuidad. Es obvio que con ello estamos ante una repetición sin límites. A través de la pintura, el dibujo, la acuarela y el grabado, Morandi centra su atención en la representación de paisajes, flores, y objetos, una vez y otra.

Lo más relevante es cómo lo hace. Cuida en todo momento las escalas y las distancias entre los elementos de la representación y de quienes miramos. En ello, podemos ver el efecto decisivo que da a la irradiación de la luz y la atenuación de los colores. Por otro lado, la repetición temática despliega un dinamismo en el que podemos apreciar un sentido rítmico (y, con ello, un sustrato musical).

Paisaje [Paesaggio] (1928).
Óleo sobre lienzo, 61,7 × 46,8 cm.

Los motivos centrales de la repetición morandiana se sitúan en su atención a los paisajes y las flores, ecos de la importancia que da a la naturaleza: “Expresar lo que está en la naturaleza, es decir: en el mundo visible, es la cosa que me interesa mayormente.” Pero, claro, en el mundo visible y para Morandi en la naturaleza, también están los productos de los seres humanos. Por ello, en sus paisajes vemos edificios, construcciones. Y las flores se guardan en floreros.

Y en consecuencia, entre sus motivos centrales de representación están los objetos, sin presencia humana, siempre en soledad: vasos, tazas, manteles, recipientes, cajas, y sobre todo botellas. Predominan los contenedores de líquidos. Es como si Morandi quisiera decirnos: ver es como beber la vida.

Naturaleza muerta [Natura morta ] (1937-1938).
Óleo sobre lienzo, 42 × 63 cm.

Si la repetición formal es una constante, también lo es la repetición conceptual que encontramos en el título de sus obras que más se repite: «Naturaleza muerta». Este rótulo del arte clásico es un eje de significación del arte de Morandi: los productos humanos que él selecciona tienen una existencia no activa, algo que se expresa muy bien en la versión en inglés del mismo rótulo: «Still life», literalmente: «Vida quieta».

Naturaleza muerta [Natura morta ] (1942).
Óleo sobre lienzo, 36 × 42 cm.

Bebiendo visualmente sus obras, con concentración, en profundidad, lo que podemos apreciar como eje central del trabajo artístico de Giorgio Morandi es lo que podemos llamar la abstracción figurativa. Y sobre ello, el propio Morandi indicó: ““Creo que nada puede ser más abstracto, más irreal, que aquello mismo que vemos. Sabemos que ninguna de las percepciones que los seres humanos tenemos del mundo objetivo se corresponden en realidad con lo que vemos y entendemos.”

En mi opinión, es esta una cuestión central, ya que el término “abstracción” se ha convertido en el rótulo excluyente del arte no figurativo, cuando en todas las líneas de expresión artística consistente hay abstracción. Y siempre suelo poner como ejemplo de ello Las Meninas, de Velázquez, sin duda una de las obras con mayor grado de abstracción a lo largo de la historia del arte.     

 

Morandi. Resonancia infinita. Fundación MAPFRE, Madrid. Comisariado: Daniela Ferrari y Beatrice Avanzi. Del 24 de septiembre al 9 de enero de 2022.

* Publicado en EL CULTURAL: - Edición impresa, 1-7 de octubre, pgs. 28-29. Edición online, https://elcultural.com/la-abstraccion-figurativa-de-morandi