Marcel Duchamp y el
fetichismo
José Jiménez.-
Esta
exposición despliega un punto de vista muy concreto sobre el conjunto de la
obra, muy compleja y llena de densidad, de Marcel Duchamp. El título, en
francés Prière de toucher: Se ruega tocar, utilizado en una de sus
piezas por el propio Duchamp, expresa una inversión que alude y cuestiona la
indicación que se emplea habitualmente en los museos y en las presentaciones
artísticas en general para que los públicos no toquen las obras: Se
ruega no tocar.
El
fetichismo, en todas sus variedades, algunas de ellas no expresamente físicas,
implica siempre un contacto. Y por ello, al situarnos en ese ámbito, lo que el
comisario pretende subrayar es la importancia central del fetichismo en la vida
y en la obra de Marcel Duchamp, quien siempre habría buscado que los públicos
diversos no se quedaran “fuera” de sus piezas, sino en un contacto a la vez
intenso y siempre libre con sus piezas.
En
el texto de presentación de la muestra el comisario dice que “es la primera que
examina la importancia del fetichismo y del fetiche en la obra de Marcel
Duchamp”. Y esto requiere una pequeña matización, ya que en
2016 el Museo Tinguely de Basilea presentó una exposición con el mismo
título: Se ruega tocar, y el
subtítulo El toque del arte,
comisariada por Roland Wetzel. Eso sí, aunque en esa ocasión el
punto de partida era Duchamp, la muestra no estaba concebida de un modo tan
específico en torno al fetichismo y además se desplegaba con un enfoque abierto
a la presencia de otros artistas.
Antes de en París, esta versión de Se ruega tocar se presentó en Londres, entre octubre y noviembre
del pasado año, en el espacio que también tiene allí la misma Galería,
Thaddaeus Ropac. Se trata, sin duda, de una muestra de gran interés, que a
través de 34 obras gráficas, objetos, fotografías, y reproducciones en pequeño
formato, profundiza de un modo bastante preciso en algunas de las cuestiones
que hicieron de Duchamp uno de los artistas más importantes de nuestro tiempo,
centrando para ello la atención en todo momento en la noción de fetichismo.
La irradiación del fetichismo en la vida y obras de Duchamp se articula en cinco secciones: (1) la consideración del ready-made como objeto fetiche, (2) su presencia en las réplicas en miniaturas y reproducciones, (3) su papel en el juego de género, (4) la utilización de materiales fetiches como el cuero, el vinilo, el caucho y el papel metalizado, y (5) el desdoblamiento de su identidad artística (en Marcel y en Rrose Sélavy).
Las
reproducciones en pequeño formato, realizadas por el propio Duchamp, y
contenidas en cajas de edición múltiple y en ediciones de lujo de catálogos, suscitan
la cuestión de cómo se pueden valorar respecto a las obras originales, ya que como
planteó Walter Benjamin en los años treinta del siglo pasado el carácter de las
obras de arte habría experimentado una profunda transformación a partir del
momento en que se había hecho posible su reproducción técnica.
Sobre
esta cuestión, Paul B. Franklin recoge en el catálogo de la exposición lo que
Duchamp dijo, ya en sus últimos años de vida: “distinguir lo real de lo falso,
imitaciones de copias, son cuestiones técnicas totalmente sin sentido” (1967);
“Un duplicado o una repetición mecánica tiene el mismo valor que el original.”
(1968). Y tras ello, concluye: “En la consideración de Duchamp, las ideas
encarnadas en una obra de arte eran de igual o más grande significado que el
objeto físico mismo.”
Con
ello, se abre de un modo preciso el carácter del conjunto de piezas de la
muestra, todas ellas de pequeño formato, pero intervenidas o controladas
expresamente por Duchamp. Se nos sitúa frente a una especie de microscopio de
la visión para poner ante nuestros ojos y nuestras mentes un rasgo central del
trabajo artístico duchampiano: el predominio de la idea sobre los soportes
físicos. Y, a partir de ahí, la importancia que la noción de fetichismo tiene tanto en la vida como
en la obra de Marcel Duchamp.
El
término fetiche tiene sus raíces etimológicas en los objetos de culto a los que
en determinadas culturas se atribuían poderes sobrenaturales. Pero en el
desarrollo de la cultura europea, y con el intenso despliegue de la técnica que
dio lugar a las poblaciones y culturas de masas, en los planteamientos de la
psicología y del psicoanálisis, se acuñó el término fetichismo como expresión de lo que entonces se consideró una
“desviación sexual” consistente en tomar una parte de los cuerpos o de los
vestidos como objeto de excitación y deseo.
Lo
más importante, como subraya en todo momento Paul B. Franklin, es que la noción
de fetichismo tiene en Duchamp un carácter positivo y abierto. Con ella se
persigue situar tanto en la vida como en las obras artísticas la idea de una
atracción, haya o no un contacto físico, que permite el despliegue del deseo
como fuerza erótica. Y así, en conclusión, podemos compartir con Duchamp la
idea de que tanto la vida como el arte son eros… Es lo que se nos dice con el
desdoblamiento de Marcel en Rrose Sélavy, palabras que en francés suenan, son
una homofonía, como Eros c’est la vie.
En español: Eros es la vida.
* Se ruega tocar: Marcel Duchamp y el fetiche. Galerie Thaddaeus Ropac, París. Comisario: Paul B. Franklin. Hasta el 29 de enero.
* Publicado en EL CULTURAL: - Edición
impresa, 14-20 de enero, pgs. 46-47. Edición online: https://www.elespanol.com/el-cultural/arte/arte_internacional/20220116/marcel-duchamp-fetichista/641436117_0.html