domingo, 22 de diciembre de 2019

Txomin Badiola:


El mundo interior del artista*



Este libro es todo un ejercicio de estilo. El título: MALFORMALISMO, corresponde directamente a la fórmula que Txomin Badiola (Bilbao, 1957) utilizó ya en 2002, en una exposición de síntesis de su trayectoria, que tuvo como título Malas formas. ¿Por qué «malas» formas…? Badiola considera el trabajo con las formas como núcleo del arte, pero con una matización importante: en lugar de aceptar las formas ya dadas, social y políticamente aceptadas, él considera que los artistas deben situar su producción de formas en una línea de transgresión.
Como podemos leer en el libro: “Con independencia de que como ciudadano esté sujeto a las normas que rigen la convivencia, su actividad como artista no puede considerar la norma social si no es para transgredirla, y lo hace desde el lugar que le es propio, el lenguaje de las formas artísticas.” (pg. 303). Ahí se sitúa su práctica, una de las de mayor interés en el arte actual, utilizando de forma híbrida materiales y soportes que se confrontan siempre con las imágenes hipermediáticas de la vida cotidiana.

Txomin Badiola

Estamos ahora ante un texto narrativo, escrito en español y con abundantes interpolaciones en inglés y algunas en francés, en lo que podemos considerar resonancias del carácter abierto de su trayectoria, su ir de un lado a otro. Su estructura consta de tres secciones, que trazan desde dentro un recorrido a través de flujos de memoria por su biografía y por su actividad, tanto artística como pública.
Aunque de la editorial le habían pedido un ensayo sobre el formalismo artístico, Txomin Badiola se puso a escribir en otra dirección, buscando “mentir en forma de verdad” (pg. 75). En definitiva, la escritura narrativa, creativa, de su mundo interior, centrado en la transgresión de lo ya dado. No se la pierdan.

* Txomin Badiola: MARFORMALISMO. Caniche Editorial, Madrid, 2019. 311 pgs.

* Publicado en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.404, 21 de diciembre de 2019, pg. 18.

domingo, 15 de diciembre de 2019

Anri Sala:


El artista de la interacción

Sin duda, Anri Sala es actualmente uno de los artistas plásticos más relevantes de la escena internacional. Ha estado presente en bienales, en museos referenciales, y trabaja con importantes galerías de arte. En España, sin embargo, no ha tenido hasta ahora demasiada presencia, salvo alguna muestra ocasional. Una de ellas, la presentación en el MACBA, Barcelona, de su película 1395 Days without Red [1395 Días sin rojo] (2011), con la interpretación de Maribel Verdú, en la que vemos cómo una mujer va atravesando las calles de Sarajevo, evocando el tiempo del asedio en el que los habitantes no llevaban prendas rojas para así evitar los disparos de los francotiradores.

Anri Sala

Nacido en Tirana, Albania, en 1974, Anri Sala estudió allí en la Academia de Arte. Después, ya en Francia, en París, estudió vídeo en la Escuela Nacional Superior de Artes Decorativas, y posteriormente cursó un postgrado de dirección de Cine en Tourcoing, en el Estudio Nacional de Artes Contemporáneas de Le Fresnoy. Actualmente, vive y trabaja entre Berlín y París.
Todos estos datos: sus raíces biográficas y desplazamientos en su trayectoria de estudios y formación, así como los diversos registros de los mismos, son fundamentales para situar las características de su trabajo artístico. Anri Sala es un artista multimedia, sus obras se articulan en una gran variedad de registros y soportes.

Ravel Ravel (2013). 3 canales de vídeo y 16 canales de sonido. 20' 45''

El primer plano lo ocupan las películas y el vídeo. Pero junto a ello trabaja también con fotografías, impresiones sobre papel, esculturas, e instalaciones. Y, lo más importante, en su forma de presentación, en las exposiciones, Anri Sala busca la interacción entre las diversas piezas, buscando con ello producir también en el espectador una interacción, según sus propias palabras “una resonancia”, que le lleve a sentir “su recorrido a través de la exposición como una coreografía.”

The Last Resort [El último recurso] (2017).

Además, en lugar de una presentación cerrada o estática, Anri Sala propone siempre una forma abierta, cambiante en el tiempo de duración de las muestras. En esa línea, resultan decisivas sus síntesis de imágenes, sonido, y arquitectura. La música, tanto clásica como pop, se integra con los espacios donde se presentan las obras. Y buscando, siempre, una articulación, un diálogo, con los espacios concretos donde tienen lugar las exposiciones. Muy lejos, por tanto, de la idea del espacio expositivo como un “cubo blanco”.
Así, en lugar de propuestas narrativas, lo que se plantea es desvelar el impacto de la música y la arquitectura, del tiempo y los espacios, a través de las imágenes, sobre quienes ven las obras, sobre su memoria y su cuerpo. Según señala: “En mis películas se encuentra frecuentemente el recuerdo de un acontecimiento a través de la manera con la que el cuerpo lo ha memorizado.”

If and Only if [Si y sólo si] (2018) Instalación.

Se revela así la profundidad conceptual de los criterios estéticos de Anri Sala, que a mí siempre me llevan a la síntesis de movimiento y tiempo con la que el filósofo Gilles Deleuze caracteriza la imagen fílmica. En su libro La imagen-tiempo. Cine 2 (1985), Deleuze señalaba: “La imagen-movimiento tiene dos caras, una respecto de objetos cuya posición relativa ella hace variar, y la otra con respecto a un todo del cual expresa un cambio absoluto. Las posiciones están en el espacio, pero el todo que cambia está en el tiempo.”
Ahí nos lleva Anri Sala, ahora en el Centro Botín, con sus propuestas multimedia, dinámicas y abiertas, a esta nueva situación del arte en el imparable proceso de expansión de las nuevas tecnologías. La interacción entre sí de los diversos soportes sensibles de las imágenes busca interactuar con nosotros, con quienes las miramos, para así producir efectos y resonancias en nuestros cuerpos y en nuestras memorias. Incitándonos a pasar de sólo mirar a ver. Anri Sala, el artista de la interacción. 


* Publicado en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.403, 14 de diciembre de 2019, pg. 18.

martes, 26 de noviembre de 2019

Francis Bacon, en el Centro Pompidou, París


Cuerpos en movimiento


Una excelente exposición de pinturas de Francis Bacon (1909-1992) se presenta en París, en el Centro Pompidou. Si les es posible, no se la pierdan: es, de verdad, magnífica. Se han reunido 45 obras, de las dos últimas décadas de la trayectoria de Bacon, entre 1971 y 1992. Doce de ellas son trípticos de gran formato, a las que se unen otras de escalas diversas, en un montaje limpio y ordenado. La fecha inicial corresponde a la del año de la muerte de su compañero George Dyer, y en relación con ello los tres trípticos «negros», pintados en su memoria en 1971, 1972, y 1973, están presentes en la muestra. 

En recuerdo de George Dyer [In Memory of George Dyer] (1971).
Óleo e impresiones transferidas sobre lienzo. Cada panel 198 x 147,5 cm. 
Fondation Beyeler, Basilea.

Hay también seis salas cerradas, en las que se pueden escuchar lecturas grabadas de textos de libros de la biblioteca personal de Bacon. Textos de Esquilo, Nietzsche, Georges Bataille, Michel Leiris, Joseph Conrad y T. S. Eliot. Esto último nos da la clave central del objetivo de «Bacon con todas las letras»: llamar la atención acerca de la influencia de la literatura en la pintura del artista.
En una de sus numerosas entrevistas, Francis Bacon se preguntaba: «¿Cómo imaginar la vida sin la literatura? ¿Sin los libros? Es una fuente fabulosa, un pozo para lo imaginario.» Es decir, la literatura como fuente de las imágenes. Bacon había reunido una biblioteca personal de más de mil libros.

Tríptico Mayo-Junio 1973 [Tryptich May-June 1973] (1973). Óleo sobre lienzo. Cada panel 198 x 147,5 cm. Esther Grether Family Collection.


Los fragmentos seleccionados en la muestra reflejan con claridad la amplitud de sus intereses literarios: la tragedia griega, la filosofía, la antropología, la narración, y la poesía. Además de los nombres mencionados, es oportuno señalar también la importancia que Shakespeare tuvo siempre para Bacon, como él mismo reconoció: «Es verdad que vuelvo siempre a Shakespeare.» La tragedia dramática y la poesía fueron centrales en su formación y a lo largo de su trayectoria. Eso sí, a pesar de ello Bacon señaló explícitamente: «Ciertamente, no podría haber sido un poeta.» Porque en él todo fluía en dirección a la pintura.
En cualquier caso, es importante señalar que además de ese diálogo abierto entre literatura y pintura que tan sugestivamente reconstruye la exposición, en la obra de Bacon confluyen otros elementos. Por un lado, las confluencias y contrastes con otros artistas plásticos, principalmente con Velázquez, Rembrandt y Picasso. Pero también su interés por la fotografía, el cine, y la música, que igualmente se integran en su manera de concebir la pintura.


Tres Retratos - Retrato póstumo de George Dyer; Autorretrato; Retrato de Lucian Freud (1973). [Three Portraits - Posthumous Portrait of George Dyer; Self-Portrait; Portrait of Lucian Freud]. Óleo sobre lienzo. Cada panel 198 x 147,5 cm. 
Esther Grether Family Collection.


Sus obras rompen la consideración estática de la pintura, buscan siempre el salto, la acción, el movimiento. Se trata de algo que se aprecia de manera intensa en sus trípticos, que tienen una estructura narrativa abierta, algo que Bacon relacionaba con las imágenes en movimiento del cine: «la utilización del tríptico corresponde para mí con la idea de sucesión de las imágenes que existe por ejemplo en el cine.»
La pintura de Francis Bacon se construye así como una gran síntesis de las diversas artes y el pensamiento en la expresión plástica. Nos lleva a la percepción de la vida como un flujo continuo de saltos, de idas y venidas. En esa línea, la de una concepción de la vida con un trasfondo trágico, hay una conexión evidente con el pensamiento de Nietzsche, con la forma en la que el filósofo alemán situaba el nacimiento de la tragedia teatral griega como un juego de contrastes entre las figuras míticas de Apolo y Dyónisos, entre el sueño y la ebriedad.

Edipo y la Esfinge, a partir de Ingres [Oedypus and the Sphinx After Ingres] (1983). Óleo sobre lienzo, 198 x 147,5 cm. Museu Coleçao Berardo, Lisboa.



Sin embargo, frente a la impresión de tristeza trágica que sus obras pudieran dar, Bacon se consideraba a sí mismo «más bien optimista.» Aunque, puntualiza, «No se trata del optimismo del creyente, sino del placer que os llega por estar vivo, la excitación por realizar algo, incluso si por otra parte no se llega a ello casi nunca (…), se trata en cierto sentido de un optimismo desesperado.»
En definitiva, con Bacon bajamos de los cielos ficticios a la tierra real de la humanidad. Algo en lo que resulta decisivo el interés que pone en la figuración de los cuerpos, representados siempre en acción, en movimiento, interior o exterior. Una cuestión fundamental en la estructura de sus trípticos. En ellos, y en sus otras pinturas, percibimos un recorrido continuo por la dimensión del cuerpo como núcleo de la humanidad: del autorretrato a los reflejos abiertos de la corporalidad común en los otros. 
Francis Bacon: síntesis de la vida en la pintura. Yo, los otros… humanos, animales, figuras de la vida, naturales y artificiales: siempre, cuerpos en movimiento.


* Bacon con todas las letras. Comisario: Didier Ottinger. Centre Pompidou, París. Del 11 de septiembre de 2019 al 20 de enero de 2020.

* Publicado -en versión reducida- en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.400, 23 de noviembre de 2019, pg. 23.

lunes, 11 de noviembre de 2019

El Greco:


Las imágenes están vivas

Esta muestra sobre el Greco, en París, es todo un acontecimiento de gran importancia cultural. Es la primera exposición de largo alcance organizada en Francia sobre uno de los artistas de referencia de la tradición clásica, que cristalizó su madurez en España, en Toledo. Nacido en Creta, en la ciudad portuaria de Candia (hoy, Heraclión) en 1541, Doménikos Theotokópoulos (conocido después como el Greco) se desplazó desde allí a Venecia, luego a Roma, y finalmente a Toledo, donde falleció en 1614.
Su formación como artista tuvo sus primeros pasos en su Creta natal, pero después fue decisivo su paso por Italia, entre 1567 y 1576, donde pudo “respirar” el gran ambiente creativo de esa fase decisiva del Renacimiento, que le permitiría conocer y confrontarse, entre otros, con artistas como Tiziano, Miguel Ángel, Giulio Clovio, y Rafael, a los que representó en el ángulo inferior derecho de su pintura Cristo expulsando a los mercaderes del templo, datada hacia 1575, y presente en esta exposición.

Cristo expulsando a los mercaderes del templo (hacia 1575). Óleo s. lienzo, 116,9 x 149,9 cm. Minneapolis Institute of Art; The William Hood Dunwoody Fund.

A su llegada a España, va y viene entre Madrid y Toledo, pero al no alcanzar mucho apoyo en Madrid, adonde Felipe II había desplazado la capital en 1561, se establece definitivamente en Toledo, en la que producirá la mayor parte de sus más grandes obras, entre otras ese sueño de elevación a las alturas, intransportable, que es El entierro del Conde de Orgaz (1586-1588), y que sigue vivo en la iglesia de Santo Tomé.
Como es sabido, tras su muerte la obra del Greco cayó en el olvido durante siglos, hasta que se volvió a valorar su gran relevancia hacia finales del siglo XIX, en el proceso de impulso de las vanguardias artísticas en la modernidad. Y es que, como indicaría Marcel Duchamp, la valoración definitiva de las obras de los artistas la fija la posteridad. Esto fue lo que afirmó Duchamp, ya en 1957, en unas declaraciones publicadas en el n° 2 de la revista Le Surréalisme, même, bajo el rótulo «Los que miran»: «Son LOS QUE MIRAN quienes hacen los cuadros. Hoy se descubre al Greco; el público pinta sus cuadros trescientos años después del autor que los firma.»

Retrato del Cardenal Niño de Guevara (hacia 1600). Óleo s. lienzo, 171 x 108 cm.
The Metropolitan Museum of Art, New York.

Organizada por el Grand Palais, el Museo del Louvre, y el Art Institute of Chicago (adonde viajará entre marzo y junio de 2020), la exposición es de verdad excelente, y va a permitir de nuevo situar al Greco como referencia artística en un plano internacional. En París se presentan 76 obras, de las que 71 son específicamente del Greco, agrupadas en 11 secciones, que combinan el itinerario cronológico con ejes temáticos. Entre los cuales están: «Pensar grande, pintar pequeño», «Variaciones sobre el motivo», «Greco arquitecto y escultor», «El taller», y «Greco y el dibujo», lo que permite apreciar la complejidad y gran variedad del trabajo del artista.
Las obras reunidas provienen de diversos centros artísticos y de colecciones internacionales. Son muchas, lógicamente, las que han llegado desde España, aunque nuestro Museo del Prado no ha prestado ninguna por coincidir las fechas de la muestra con la celebración del segundo centenario del Museo. Quiero señalar, de modo especial, la fuerte impresión que produce poder ver La Asunción de la Virgen (1577-1579), una deslumbrante pintura al óleo de grandísimas dimensiones: 4,03 x 2,11 metros, originalmente parte central de un retablo situado en el altar mayor de la iglesia toledana de Santo Domingo el Antiguo, y que en la actualidad se encuentra en el Art Institute of Chicago. Lo que, obviamente, supone una importante pérdida para nuestro patrimonio cultural.

La Asunción de la Virgen (1577-1579). Óleo s. lienzo, 403,2 x 211,8 cm.
The Art Institute of Chicago, Chicago.

El planteamiento del comisario de la muestra: Guillaume Kientz, conservador en el Kimbell Art Museum, Fort Worth (Texas) es, a la vez, profundo y sumamente coherente, permitiendo a los públicos apreciar lo que él denomina «Greco, un drama en cinco actos», a través de un recorrido escénico en el que se va viajando, mental y visualmente, a través de los espacios, y los giros y temas de sus obras.
Frente a las calificaciones tópicas de: el Greco: “loco, excéntrico, con astigmatismo, místico, herético”, Kientz sitúa las claves de su figura en la originalidad de su trayectoria, por “las sobreimpresiones de lenguas, de culturas, de ideas y de aspiraciones que esta implicó, y las consecuencias de estas últimas sobre su arte y la concepción que de ahí desarrolló.”
En relación con ello, pienso también en la importancia de los registros teóricos y conceptuales del Greco. Por ejemplo, en la muestra podemos ver los ejemplares, con sus anotaciones personales, de Los diez libros de la Arquitectura (1556), de Vitruvio, y de la segunda edición de Las vidas… (1568) de Giorgio Vasari (en ambos casos, préstamos de la Biblioteca Nacional de España).

La apertura del Quinto Sello, también llamado La visión de San Juan (1610-1614).
Óleo s. lienzo, 222,3 x 193 cm. The Metropolitan Museum of Art, New York. 

El Greco viajó por diversos espacios culturales, y su trabajo nunca fue meramente “práctico”, sino que intentaba profundizar en todo momento en los reflejos entre hacer y pensar. De ahí su fuerza universal. Aun siendo central en su trayectoria la temática religiosa, en sus obras podemos apreciar una intensa humanización de las imágenes. La intensidad del color, el carácter transversal de los fenómenos naturales, el alargamiento de formas y figuras, son los registros centrales de un grandísimo pintor, también escultor y arquitecto, que pensaba las imágenes como si éstas estuvieran siempre vivas.


* Greco. Comisario: Guillaume Kientz. Grand Palais, París. Del 16 de octubre de 2019 al 10 de febrero de 2020. 

* Publicado -en versión reducida- en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.398, 9 de noviembre de 2019, pg. 22.



martes, 5 de noviembre de 2019

Publicación...


Queridas amigas, queridos amigos,
Aquí tenéis, en primicia, la cubierta y los datos del interesante libro colectivo «A las IMÁGENES mismas», editado por Mª Carmen López López Sáenz (Catedrática de Filosofía contemporánea en la UNED, Madrid) y Karina P. Trilles Calvo (Profesora en el Departamento de «Filosofía, Antropología, Sociología y Estética» de la Universidad de Castilla-La Mancha), y en el que he tenido el placer de participar...

«Vivimos tan inmersos en las imágenes que hasta nos resulta difícil orientarnos en la vida cotidiana sin ellas. Pese a esta omnipresencia, la pregunta acerca de su estatuto sigue vigente y, hoy más que nunca, es necesario insistir en delimitar qué es una imagen. Además, sus funciones y sentidos en este mundo de nuevos medios interconectados han de ser aclaradas: ¿qué sentimos cuando estamos inmersos en un videojuego?, ¿qué sucede al visionar imágenes en movimiento?, ¿juega un papel determinante la imaginación?, ¿son equivalentes estos novedosos usos a los de la fantasía?, ¿por qué se ha convertido el selfie en parte de nuestra vida? Estas son solo algunas cuestiones tratadas en este libro desde el ámbito de la fenomenología cuyo fin es «ir a las cosas mismas» en sus múltiples modos de darse. Uno de ellos es la imagen. La fenomenología se dirige a ellas mismas poniendo en cuestión todo prejuicio. En este libro, esta labor corre a cargo de reputados fenomenólogos y fenomenólogas que deciden debatir con Husserl, Fink, Heidegger, Merleau-Ponty, Sartre, Richir, etc., a la vez que dialogan con la literatura, la pintura, la escultura, la fotografía o el cine. La obra se abre con una crítica y rigurosa teoría de la imagen que se interroga por los temas centrales que se abordarán en los siguientes capítulos. Quien no se contente con ver pasar imágenes, quien desee saber de ellas, solo tiene que adentrarse en estas páginas.»

domingo, 27 de octubre de 2019

Exposición en Madrid


Francesca Woodman: Yo vuelo


Las obras de Francesca Woodman (Denver, Colorado, 1958 – Nueva York, 1981), que ya han podido verse anteriormente en España en diversas muestras, llegan de nuevo a Madrid, , después de un largo recorrido por distintos centros artísticos de Europa, en una excelente exposición de síntesis producida en 2015 por el Moderna Museet de Estocolmo.

Sin título (Providence, Rhode Island, 1976). 
Copyriright: Courtesy Charles Woodman, The Estate of Francesca Woodman, 

No se la pierdan. Las fotografías de Francesca Woodman impresionan de verdad. A pesar de la brevedad de su vida: se suicidó dejándose caer desde la ventana de su casa en Nueva York el 19 de enero de 1981, unos meses antes de cumplir 23 años, es una de las referencias centrales de la fotografía y del arte hecho por mujeres en el siglo veinte.
Su trabajo fotográfico empezó muy pronto, y ya desde el comienzo con plena intensidad, cuando con tan sólo trece años de edad, su padre le regaló una cámara japonesa Rollei. Tras su muerte, se conservan 10.000 negativos y alrededor de 800 fotografías impresas, de los que nos dicen que se han podido ver hasta ahora, en las diversas muestras públicas, únicamente una cuarta parte.

Sin título (Roma, Italia, 1977-1978).
Copyriright: Courtesy Charles Woodman, The Estate of Francesca Woodman, 

Para la exposición en Madrid se han reunido 102 fotografías, la mayoría de pequeño formato, y una pieza en vídeo de seis episodios, datados entre 1975 y 1978, con una duración de once minutos y treinta y cuatro segundos. El itinerario nos permite recorrer, en ámbitos organizados por temas, las diversas fases de la trayectoria de Woodman. Desde sus primeras obras a la etapa de su residencia en Providence al matricularse en 1975 en la Escuela de Diseño de Rhode Island, a su estancia como becaria en Roma entre 1977 y 1978, año en el que obtuvo su titulación en Bellas Artes al volver a Estados Unidos, y finalmente a su estancia en Nueva York, adonde se mudó en enero de 1979.
Como hilo de continuidad, las fotografías de Francesca Woodman se centran de modo principal en imágenes del cuerpo, fundamentalmente del cuerpo femenino, con la excepción en esta muestra de la serie «El modelo Charlie», en este caso un hombre. Otras mujeres tienen también presencia, pero en su mayor número el cuerpo que vemos es el de la propia Woodman.

Autoengaño nº 1 (Roma, Italia, 1978).
Copyriright: Courtesy Charles Woodman, The Estate of Francesca Woodman, 

Nos situamos así, de forma recurrente, en el ámbito del autorretrato, pero eso sí: en ningún caso entendido de manera estática o repetitiva. El cuerpo de Woodman va y viene en las imágenes, se desliza en juegos de luces y de sombras, se contrae y se proyecta, se fragmenta y se refleja, utilizando de un modo especial el contraste de los espejos, las paredes, las puertas, y las ventanas.
Predomina el cuerpo desnudo, el propio cuerpo como signo de interrogación, intervenido con objetos de contraste, y proponiendo en distintas series un sonido de poema visual, de música abierta. Esto es lo que ella misma anota en una fotografía de 1976, en la que vemos su cuerpo desnudo, cubierto por un papel roto y arrodillado frente a una pared sobre la que baja su cabeza y deposita sus manos: “Entonces hubo un momento en el que no necesitaba traducir las notas: iban directamente a mis manos.”

Ser un ángel nº 1 (Providence, Rhode Island, 1977).
Copyriright: Courtesy Charles Woodman, The Estate of Francesca Woodman, 

Como síntesis final, me parece un gran acierto haber elegido como título de la exposición el de una de las series: «Ser un ángel». Pues esto puede considerarse el núcleo central de su trabajo: una imagen de la humanidad, expresada a través de sí misma, del cuerpo de la mujer, en su variedad, como ángeles de este mundo. Ángeles caídos cuando quieren elevarse en el vuelo, humanos con el deseo de tener alas… Francesca Woodman: Yo vuelo.


* Francesca Woodman: Ser un ángel / On being an angel. Comisaria: Anna Tellgren; Fundación Canal, Madrid. Del 3 de octubre de 2019 al 5 de enero de 2020.

* Publicado en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.396, 26 de octubre de 2019, pg. 19.

sábado, 12 de octubre de 2019

Exposición en el Centro Fernán Gómez, Madrid



Tomando como motivo que en 2019 se cumplen 200 años desde que Francisco de Goya comenzó a pintar en la Quinta del Sordo las Pinturas negras, que hoy pueden verse en su transposición al Museo del Prado, llega a nosotros esta estimulante exposición, en la que se presentan 97 obras de 58 artistas de nuestro tiempo. Obras de artistas de gran consistencia, tanto españoles como internacionales, con todo tipo de soportes: pinturas, grabados, fotografías, esculturas, vídeos, instalaciones… que dialogan, en imágenes y sentidos, con las de Goya.

Simon Edmondson: During Supper (1987).

La muestra se articula en cinco apartados: Pinturas negras, Caprichos, Disparates, Desastres de la guerra, y Otros (en el que se incluyen referencias a obras de Goya distintas a las antes mencionadas), en las que  se propone un despliegue que va de los años sesenta del siglo ya pasado hasta ahora mismo. Como subraya la comisaria, en ellas es recurrente la atención al Perro semihundido y Saturno devorando a un hijo, de las Pinturas negras.

      Rogelio López Cuenca: After Goya (2009).

En cualquier caso, lo decisivo es hasta qué punto, en el eco y diálogo de los artistas de nuestro tiempo con las obras de Goya, éste sigue aquí. Toda su iconografía, su tejido de imágenes: seres humanos, animales, figuras imaginarias, contrastes y desgarramientos de luces y de colores, se desplazan y fluyen en las obras y soportes diversos que la exposición nos trae.

Francisco de Goya: Caprichos (1799). Grabado nº 43.

El título de la muestra alude a la que considero una de las obras de Goya de mayor proyección: el grabado nº 43 de la serie de estampas Caprichos (1799), en el que aparece la inscripción «El sueño de la razón produce monstruos.» Una pieza de significado abierto, sobre la que ha habido todo tipo de interpretaciones, pero que en mi opinión es la mejor síntesis del compromiso de Goya con el espíritu de las Luces, de la Ilustración: debemos mantener la razón despierta para no caer en la vía monstruosa de la violencia y el desgarramiento de la vida.
Es ese el nuevo horizonte ético y artístico que alienta en toda la obra de Goya, él mismo un ilustrado, imbuido del espíritu de las Luces, cuyo auténtico hilo argumental está constituido por la representación de los efectos destructivos de la superstición, la ignorancia y la violencia como formas de negación de la humanidad. Por eso mismo su pintura, sus dibujos, sus grabados, nos conmueven tanto, y sentimos su rechazo tajante de las guerras como algo tan actual en este mundo de guerra diseminada, como habría que llamar a eso que de forma tan inconcreta denominamos terrorismo.

Daniel Canogar: Amalgama I (2019). 

Goya es el primer gran artista en el que despunta con nitidez el rechazo pleno de cualquier tipo de variante de la inhumanidad, ya sea ésta cometida por españoles, por franceses, o por cualquier ser humano. En definitiva, Goya está vivo. Sigue aquí. En su arte, a través de sus obras, de su pensamiento plástico, que se despliega y se inscribe profundamente en el arte posterior. No basta con decir que se anticipó a su tiempo: Goya es un maestro de la síntesis visual, un sedimentador poliédrico de épocas y experiencias humanas, gracias a su brillante inteligencia, a su profunda sensibilidad y sentido moral.



* El sueño de la razón. La sombra de Goya en el arte contemporáneo. Comisaria: Oliva María Rubio. Centro Fernán Gómez, Madrid. Del 20 de septiembre al 24 de noviembre de 2019.

* Publicado en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.393, 5 de octubre de 2019, pg. 23.



sábado, 21 de septiembre de 2019

Las fotografías de Francisco Ontañón


Reportaje en el tiempo


Interesante, sugestiva exposición, en torno a la obra de Francisco Ontañón (Barcelona, 1930-Madrid, 2008), uno de nuestros reporteros gráficos de mayor relieve. Con un montaje muy cuidado, ordenado en secciones, se muestran 220 fotografías, procedentes de su archivo personal y positivadas por él mismo, junto a todos sus fotolibros. Y también un número importante de documentos: revistas con sus ilustraciones, portadas de libros, y portadas de discos (en la era del vinilo). Todo ello nos permite apreciar la diversidad temática y de soportes que caracteriza su intensa trayectoria profesional.

Autorretrato (1962).

Autodidacta, Francisco Ontañón encontró en la fotografía su forma decisiva de estar en el mundo. Como recuerda en el catálogo de la exposición su hija Aurora, “la fotografía le enamoró de tal manera que tuvo que dedicarse a ella en cuerpo y alma. Estábamos en plena dictadura, y en nuestro país todo se aprendía a trompicones.”
Y también ella nos transmite las palabras de su padre en las que establece que lo decisivo en su formación no fue situarse al margen, sino la relación, desigual pero positiva, con los demás seres humanos: “La fotografía es mi vida –contaba–, y si sé algo de ella no se lo debo a mis estudios, que no los tengo, sino a la gente que he tratado en mis viajes, en mi trabajo. He conocido personas maravillosas, sencillas, de gran categoría, aunque también he tenido que trabajar con soberbios e incultos, sobre todo famosos. Pero de todos ellos se aprende.” 

Se acen portes. (Barcelona, 1954-1958. Colección Familia Ontañón).

La trayectoria profesional de Francisco Ontañón tiene sus inicios en su ciudad natal, Barcelona, en la segunda mitad de los años cincuenta. Enseguida pasó a formar parte de algunos de los grupos de fotógrafos más importantes de aquel momento: en 1958, de la Agrupación Fotográfica de Cataluña, y poco después, ya en 1959, de AFAL, la Real Sociedad Fotográfica, y La Palangana. Ámbitos, todos ellos, en los que utilizando como vehículo la fotografía se sostenía una actitud crítica frente al conservadurismo de la época.
En 1959 es contratado como reportero gráfico por la Agencia Europa Press, por lo que se traslada a Madrid, donde seguirá viviendo hasta el final de sus días. El núcleo de su trabajo fue siempre la fotografía, pero entendida con una variedad muy plural de registros.

Cubierta de disco: KARINA (Hispavox, 1965). 

Desde luego, la captación de la actualidad, en función de los intereses comunicativos de la prensa. Pero, junto a ello, también imágenes de los desniveles sociales en las ciudades, registros y plasmaciones de la vida en las calles. O la atención a la naturaleza y a los animales. Y de ámbitos que caracterizaban la España del tiempo: la caza, los toros, las procesiones, el flamenco. O también el recorrido por los interiores de los museos, como espacios de interacción entre los visitantes y las obras de arte. En todos los casos, impresiona la calidad técnica de sus fotografías, su intensa atención a los efectos de luz y de contraste, que deslizan ante nuestros ojos el efecto de la vida en movimiento, y no simplemente de la imagen detenida.

Portada de libro (EL LIBRO DE BOLSILLO, Alianza Editorial, 1971).

Lejos de todo deseo de elitismo, o de cualquier tentación de superioridad, lo que Francisco Ontañón buscaba era el compromiso con la vida, la seriedad en el trabajo fotográfico, en paralelo con la seriedad que se exige en otros trabajos humanos. En 1976, escribió: “De la fotografía lo que más me molesta es la frivolidad de que se la pretende rodear. Me agradaría que mi oficio fuera tan serio como lo puede ser la profesión de médico, carpintero o albañil.”
En ese sentido, es también importante destacar la expansión que experimentan sus imágenes en asociación con el diseño gráfico. Tal y como puede apreciarse en las portadas e ilustraciones interiores de revistas como AMA, La Actualidad Española, o El País Semanal. E igualmente en el caso de las cubiertas de discos, que nos dan una plasmación viva, con un cromatismo intenso, de la música popular en la España de la segunda mitad del siglo XX. Y también en sus colaboraciones en libros de escritores (Miguel Delibes, Alfonso Grosso, Luis Carandell), y con el diseñador Daniel Gil en las excelentes portadas de la colección El libro de bolsillo, de Alianza Editorial.

Madrid  (1966, Archivo Ontañón).

En síntesis, la obra de Francisco Ontañón nos aporta la memoria viva de los registros fotográficos de la imagen masiva, cuando aún no existían los soportes digitales. Es eso lo que vemos en sus imágenes plurales y abiertas: el despliegue de la técnica fotográfica en el espacio de la representación masiva. En definitiva, un reportaje que dura, que permanece, a través de su fijación en la memoria visual, a través del tiempo.


* Francisco Ontañón: Oficio y creación. Comisario: Alberto Martín Expósito. Canal Isabel II, Madrid. Del 6 de septiembre al 3 de noviembre de 2019.

* Publicado en ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.390, 14 de septiembre de 2019, pp. 22-23.