Cuerpos en movimiento
Una
excelente exposición de pinturas de Francis Bacon (1909-1992) se presenta en París,
en el Centro Pompidou. Si les es posible, no se la pierdan: es, de verdad,
magnífica. Se han reunido 45 obras, de las dos últimas décadas de la
trayectoria de Bacon, entre 1971 y 1992. Doce de ellas son trípticos de gran
formato, a las que se unen otras de escalas diversas, en un montaje limpio y
ordenado. La fecha inicial corresponde a la del año de la muerte de su
compañero George Dyer, y en relación con ello los tres trípticos «negros»,
pintados en su memoria en 1971, 1972, y 1973, están presentes en la
muestra.
En recuerdo de George Dyer [In Memory of George Dyer] (1971).
Óleo e impresiones transferidas sobre lienzo. Cada panel 198 x 147,5 cm.
Fondation Beyeler, Basilea.
Hay
también seis salas cerradas, en las que se pueden escuchar lecturas grabadas de
textos de libros de la biblioteca personal de Bacon. Textos de Esquilo,
Nietzsche, Georges Bataille, Michel Leiris, Joseph Conrad y T. S. Eliot. Esto
último nos da la clave central del objetivo de «Bacon con todas las letras»: llamar la atención acerca de la
influencia de la literatura en la pintura del artista.
En una de
sus numerosas entrevistas, Francis Bacon se preguntaba: «¿Cómo imaginar la vida
sin la literatura? ¿Sin los libros? Es una fuente fabulosa, un pozo para lo
imaginario.» Es decir, la literatura como
fuente de las imágenes. Bacon había reunido una biblioteca personal de más
de mil libros.
Tríptico Mayo-Junio 1973 [Tryptich May-June 1973] (1973). Óleo sobre lienzo. Cada panel 198 x 147,5 cm. Esther Grether Family Collection.
Los
fragmentos seleccionados en la muestra reflejan con claridad la amplitud de sus
intereses literarios: la tragedia griega, la filosofía, la antropología, la
narración, y la poesía. Además de los nombres mencionados, es oportuno señalar
también la importancia que Shakespeare tuvo siempre para Bacon, como él mismo
reconoció: «Es verdad que vuelvo siempre a Shakespeare.» La tragedia dramática
y la poesía fueron centrales en su formación y a lo largo de su trayectoria.
Eso sí, a pesar de ello Bacon señaló explícitamente: «Ciertamente, no podría
haber sido un poeta.» Porque en él todo fluía en dirección a la pintura.
En
cualquier caso, es importante señalar que además de ese diálogo abierto entre
literatura y pintura que tan sugestivamente reconstruye la exposición, en la
obra de Bacon confluyen otros elementos. Por un lado, las confluencias y
contrastes con otros artistas plásticos, principalmente con Velázquez,
Rembrandt y Picasso. Pero también su interés por la fotografía, el cine, y la
música, que igualmente se integran en su manera de concebir la pintura.
Tres Retratos - Retrato póstumo de George Dyer; Autorretrato; Retrato de Lucian Freud (1973). [Three Portraits - Posthumous Portrait of George Dyer; Self-Portrait; Portrait of Lucian Freud]. Óleo sobre lienzo. Cada panel 198 x 147,5 cm.
Esther Grether Family Collection.
Sus obras
rompen la consideración estática de la pintura, buscan siempre el salto, la
acción, el movimiento. Se trata de algo que se aprecia de manera intensa en sus
trípticos, que tienen una estructura narrativa abierta, algo que Bacon
relacionaba con las imágenes en movimiento del cine: «la utilización del
tríptico corresponde para mí con la idea de sucesión de las imágenes que existe
por ejemplo en el cine.»
La
pintura de Francis Bacon se construye así como una gran síntesis de las
diversas artes y el pensamiento en la expresión plástica. Nos lleva a la
percepción de la vida como un flujo continuo de saltos, de idas y venidas. En
esa línea, la de una concepción de la vida con un trasfondo trágico, hay una
conexión evidente con el pensamiento de Nietzsche, con la forma en la que el
filósofo alemán situaba el nacimiento de la tragedia teatral griega como un
juego de contrastes entre las figuras míticas de Apolo y Dyónisos, entre el sueño y la ebriedad.
Edipo y la Esfinge, a partir de Ingres [Oedypus and the Sphinx After Ingres] (1983). Óleo sobre lienzo, 198 x 147,5 cm. Museu Coleçao Berardo, Lisboa.
Sin
embargo, frente a la impresión de tristeza trágica que sus obras pudieran dar,
Bacon se consideraba a sí mismo «más bien optimista.» Aunque, puntualiza, «No
se trata del optimismo del creyente, sino del placer que os llega por estar
vivo, la excitación por realizar algo, incluso si por otra parte no se llega a
ello casi nunca (…), se trata en cierto sentido de un optimismo desesperado.»
En
definitiva, con Bacon bajamos de los cielos ficticios a la tierra real de la
humanidad. Algo en lo que resulta decisivo el interés que pone en la figuración
de los cuerpos, representados siempre
en acción, en movimiento, interior o exterior. Una cuestión fundamental en la
estructura de sus trípticos. En ellos, y en sus otras pinturas, percibimos un
recorrido continuo por la dimensión del cuerpo como núcleo de la humanidad: del
autorretrato a los reflejos abiertos de la corporalidad común en los otros.
Francis Bacon: síntesis de la vida en la pintura. Yo, los otros… humanos,
animales, figuras de la vida, naturales y artificiales: siempre, cuerpos en movimiento.
* Bacon con todas las letras. Comisario:
Didier Ottinger. Centre Pompidou, París. Del 11 de septiembre de 2019 al 20 de enero de 2020.
* Publicado -en versión reducida- en ABC
Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.400, 23 de noviembre de 2019, pg. 23.