viernes, 29 de septiembre de 2017

Manuel Ruiz Amezcua:

Poética de la liberación

En octubre del pasado año ya me referí en este blog a la poesía de Manuel Ruiz Amezcua, a su extraordinaria intensidad estética y moral. La poesía sigue su curso, y estamos ahora ante un nuevo libro de este militante de la palabra, que recoge toda su trayectoria poética, todas sus publicaciones, en una edición revisada y ampliada: Una verdad extraña (Poesía 1974-2017)*. La edición ha estado a cargo de Carlos Peinado Elliot, Profesor de la Universidad de Sevilla, quien ha escrito una extensa y profunda introducción al volumen.

Manuel Ruiz Amezcua. 

No se lo pierdan. Además de poder recorrer, demoradamente, el largo itinerario de esta voz imprescindible de nuestra poesía, podrán acceder a un conjunto de textos nuevos, de poemas inéditos, que nos siguen hablando del compromiso de Manuel Ruiz Amezcua con la rebelión frente al conjunto de poderes que nos mal gobiernan, y con la revelación, a través de la palabra, de los flujos a transitar para alcanzar la libertad.


Traigo aquí dos muestras. Una, un juego de espejos con Francisco de Quevedo, en el que también resuena Giuseppe Tomasi di Lampedusa, el poema PODEROSO CABALLERO TRASLADA A SUS MINISTROS LA RESPUESTA DE LOS ADIVINOS. Lo que se oye es la voz del poder: «Que no se enteren nunca / de lo que hacemos siempre. (…) Que no se enteren nunca / que somos sus verdugos. / Que las luces del mundo / no les alcancen nunca. (…) Que adoren la mentira / nombrando la verdad. / Habrá que cambiar algo / y que esto siga igual.»
Otra, en el poema LA SOLEDAD DE LAS VÍCTIMAS, que sitúa la esperanza precisamente en las víctimas, en las víctimas de todos los holocaustos, tapiadas por “los de siempre”. La voz nos habla aquí de la invisible verdad: «… Y nos contaron la Historia / de forma muy fragmentaria, / sin la verdad de las víctimas, / sin la calma de su rabia. (…) Pero la Historia es larga. / A los que sólo tienen su pobreza / la existencia les lleva a la conciencia. »
Manuel Ruiz Amezcua: por la palabra, por la elevación poética, hacia la libertad.   



* Manuel Ruiz Amezcua: Una verdad extraña (Poesía 1974-2017). Edición e introducción de Carlos Peinado Elliot. Editorial Comares, Granada, 2017. 858 pgs. 

domingo, 17 de septiembre de 2017

Maruja Mallo en la Galería Guillermo de Osma, Madrid

El orden interior


La obra de Maruja Mallo (1902-1995), una de nuestras artistas más relevantes, se expone de nuevo en Madrid, en la Galería Guillermo de Osma, que desde hace ya décadas se ocupa con intensidad de su trabajo. De hecho, está impulsando la edición de su catálogo razonado, que tiene como fecha prevista de publicación finales de 2018.
La personalidad de Maruja Mallo, su fuerza creativa, es fascinante. Nacida en Viveiro, Lugo, su verdadero nombre era Ana María Gómez González, y su existencia estuvo marcada por el nomadismo, por una serie continua de desplazamientos, relaciones y rupturas. Ya en 1913, su familia se traslada a Avilés. Y después, en 1922, a Madrid, donde estudió hasta 1926 en la Academía de Bellas Artes de San Fernando. Allí coincidió con Salvador Dalí, quien la presentó a Federico García Lorca que la acogió diciéndole que ya pertenecía a “La cofradía de la perdiz”.

Estampa cinemática (1927).
Tinta y lápices de colores sobre papel, 44 x 31 cm.

En ese ambiente, en la gran eclosión creativa que circulaba entonces en la Residencia de Estudiantes, en el abierto flujo vanguardista del Madrid de la época, se puede situar la raíz de su trayectoria creativa. En mayo de 1928, por decisión personal de José Ortega y Gasset, por quien siempre mantuvo un gran aprecio, se presentó su exposición en los salones de la Revista de Occidente, la única muestra de pintura allí organizada. La exposición tuvo un gran eco en los ambientes artísticos y literarios.
Decisiva fue su relación personal a partir de 1929 con Rafael Alberti, que implicó también un proceso de trabajo conjunto en los ámbitos de la literatura y el teatro, pero que terminó de forma abrupta cuando en enero de 1931 Alberti se marchó a Mallorca con María Teresa León, su nueva compañera. Ese mismo año, Maruja Mallo viaja a París, se introduce en los ambientes de la vanguardia artística, particularmente entre los surrealistas, y presentará su primera exposición en esa ciudad en 1932.

Escaparate (1928).
Óleo sobre lienzo, 102.5 x 77.5 cm.

En 1933 vuelve a Madrid, participa en la Sociedad de Artistas Ibéricos, mantiene una relación con el poeta Miguel Hernández y, ya en 1934, vuelve a tratar con Pablo Neruda, a quien había conocido en París. Se compromete intensamente con la República, y cuando el comienzo de la Guerra Civil la sorprende en Galicia, se marcha a Portugal, con la ayuda de Gabriela Mistral entonces embajadora de Chile en el país vecino.
Comienza así su largo exilio de más de veinte años, en los que vivirá entre Argentina y Uruguay, viajando también a Chile. Años intensos de relación con los artistas y escritores de América del Sur, entre los que alcanza un gran reconocimiento. A comienzos de los años sesenta regresa a España y se instala de nuevo en Madrid. Pasa el tiempo, y será en los inicios de los setenta cuando comience a prestarse atención a su obra, que desde entonces ha ido creciendo cada vez más, sobre todo a partir de los noventa, ya en los años finales de su vida.

Mensaje del mar (1937).
Óleo sobre lienzo, 95 x 175 cm.

No cabe duda de que Maruja Mallo es, a la vez, una artista y una intelectual de primer orden, algo que en más de una ocasión no se ha tenido suficientemente en cuenta, sin duda por tratarse de una mujer. Por fortuna, los tiempos están cambiando, y esta muestra con una sugestiva presentación de pinturas, dibujos, estampas, esbozos y documentos y cuadernos personales, nos permite apreciar hasta qué punto el rigor y la búsqueda de la coherencia y la máxima perfección posible en las obras guiaron en todo momento su trabajo.
Es evidente que la causa principal de la escasez de su obra brota de esa exigencia extrema. Todas sus pinturas seguían una preparación minuciosa, con estudios previos y bocetos. Y, una vez concluidas, Maruja Mallo llevaba un registro personal también minucioso de cada una de ellas.

Máscaras en diagonal (1951).
Óleo sobre tablero de artista, 35 x 30.5 cm.

Se han propuesto distintas líneas para caracterizar las fases o etapas de su trayectoria. Y ella misma, en un texto datado en 1937 (“Lo popular en la plástica española a través de mi obra”), señala: “la plástica evoluciona del realismo objetivo (1928) a la destrucción objetiva (1932). Estas realidades visuales se transforman en realidad subjetiva (1936), en razón ordenadora, razón que cumple la función de reintegrar a la unidad las propiedades plásticas de un cuadro.”
Considero que aquí se encuentra la clave más profunda de la unidad plástica y estética que modula todo el trabajo de Maruja Mallo: el principio de la razón ordenadora. En una anotación personal, Jorge Oteiza afirma sobre ella: “Su biblia era Platón y su estética la reglamentación áurea más ortodoxa.”

Estudio para Viajero del éter (1958).
Lápices de colores sobre papel cuadriculado, 28 x 22 cm.

Una razón ordenadora que opera en sus diversas modulaciones, a través del reconocimiento del carácter transgresor de las fiestas populares, del espacio alternativo de la experiencia que abre el surrealismo, del geometrismo plástico que Maruja Mallo caracteriza como “trazados armónicos”, de su inserción y metamorfosis con la naturaleza, del juego con las máscaras.
Elementos todos que pueden ser considerados variaciones de un principio de orden, articulado por la razón ordenadora, y que no se revela en las visiones superficiales de la experiencia. En la muestra, podemos ver en sus cuadernos además de su amplitud de intereses: arte, literatura, historia, geometría, mitología, la América aborigen, el pensamiento, el orden minucioso con que todo discurre. Maruja Mallo: llevar la visión al orden no visto, al orden interior que alienta y se disemina en todos los planos de la vida.


* Maruja Mallo. Orden y Creación. Óleos, dibujos, bocetos y su Archivo. Comisarios: Juan Pérez de Ayala y Guillermo de Osma; Galería Guillermo de Osma, Madrid. Del 14 de septiembre al 17 de noviembre de 2017.  

PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.295, 16 de septiembre de 2017, pp. 18-19.  

domingo, 10 de septiembre de 2017

Nicholas Nixon en la Fundación MAPFRE, Madrid

La vida en la imagen

Nicholas Nixon (Detroit, 1947), uno de los fotógrafos más relevantes y especiales de nuestro tiempo, de nuevo en Madrid, en la Fundación MAPFRE. Es la segunda vez que esta institución se ocupa de su trabajo, pues ya en 2008 presentaron una muestra centrada en la que es sin duda su serie más conocida: Las hermanas Brown. Pero esta exposición, excelente, es un proyecto más amplio: se trata de un recorrido retrospectivo por toda su obra, para lo que se ha contado con la colaboración directa del propio Nixon.

Las hermanas Brown [The Brown Sisters] (1975).
Gelatina de plata, 45,4 x 57,1 cm. Colecciones Fundación MAPFRE.

Reúne nada menos que 212 piezas fotográficas, todas ellas en blanco y negro. Las pruebas de Nixon en los últimos años con el color y las cámaras digitales no le convencieron y volvió a su técnica de siempre, con una cámara de madera de gran formato e impresiones en blanco y negro. En la entrevista con Carlos Gollonet que se recoge en el catálogo, Nixon indica que las imágenes digitales en color quedan mejor en una pantalla, pero eso significa que no van a durar. Y también concreta que, para él, el problema central se sitúa en las copias: “es sobre todo por las copias. Simplemente, no me seducen nada. Me gustan, pero no me emocionan como lo han hecho siempre mis copias en gelatina de plata.”
Que la imagen: la copia o impresión, dure, permanezca, es una cuestión central para Nicholas Nixon. Recorriendo la exposición, articulada cronológicamente en diversas series y apartados, se puede apreciar hasta qué punto sus fotografías se conciben como una forma de registrar el paso del tiempo. En las vidas de las personas, en los ambientes, en las ciudades, en la naturaleza.

Yo, Brookline [Self, Brookline(2008. Copia de 2014).
Gelatina de plata, 34,3 x 26,7 cm. 

El interés de Nixon por la fotografía tuvo sus inicios en la segunda mitad de los años sesenta, y se relaciona con el gran impacto que le produce Henri Cartier-Bresson. A la vez, es importante tener en cuenta que su concepción de la fotografía no implica entenderla de forma aislada, sino siempre en relación con una consideración estética más amplia y compleja. Es significativo, en ese sentido, que hiciera una tesina sobre el Ulises, de James Joyce. Y que, además del medio fotográfico, su atención haya estado siempre situada también en la literatura y en la música.

Vista de Battery Plaza, Nueva York [View of Battery Plaza, New York City(1975).
Gelatina de plata, 19,4 x 24,5 cm. 

En los años setenta, Nixon se centra en las imágenes de la tierra, en los edificios en los márgenes urbanos y,  tras su traslado a Boston en 1974, en los ambientes de la gran ciudad. En 1975, sus fotografías son incluidas en la exposición referencial New Topographics: Photographs of a Man-altered Landscape [Nuevas Topografías: Fotografías de un Paisaje alterado por el Hombre].

Plant City, Florida (1982). Gelatina de plata, 19,4 x 24,1 cm. 

Pero casi de modo inmediato se produce un gran cambio en su trabajo: su mirada gira hacia los seres humanos, hacia el retrato, que concibe en todo momento de manera dinámica. En lugar de representaciones estáticas, en sus imágenes vemos a personas en acción, distinguimos posiciones, movimientos, y sobre todo interrelaciones. Las series que dedica a los porches (resquicios de viviendas), a los ancianos, al SIDA, a las parejas y a las hermanas Brown, muestran una construcción del detalle en la imagen de una gran elevación poética y conceptual.
Para Nixon, se trata de llegar al significado de la vida a través de la imagen, y justamente eso implica una concepción de la fotografía basada en la singularidad, contrapuesta a la repetición y la indiferencia de la imagen masiva. Singularidad que se alcanza en la construcción de la forma, algo que Nixon afirma haber recibido de Cartier-Bresson: “Cartier-Bresson me aportó la idea de que el significado, el significado más amplio, surge de la forma.” Todo brota de los entrecruces de la imagen y de la búsqueda del detalle como signo. En sus fotografías no hay elementos autónomos, o aislados: todo se entrelaza gracias a la elección del detalle y el momento.

Las hermanas Brown [The Brown Sisters] (2016).
Gelatina de plata, 45,4 x 57,1 cm. Colecciones Fundación MAPFRE.

En último término, el conjunto de la obra de Nixon puede entenderse como un autorretrato, que registra las interrelaciones en su experiencia vital a lo largo del tiempo. Las fotografías que llevan el título de autorretrato en la muestra tienen en todo momento signos interactivos. Y la serie sobre las hermanas Brown permite apreciar el espejo vivo de la cámara. Nixon comenzó a retratar a las cuatro hermanas Brown en el verano de 1974, pero esa primera imagen no le convenció. Y así, se sitúa como la primera de esta serie la del año siguiente, en 1975. Desde entonces, ha seguido fotografiando a las hermanas cada año, cada una de ellas siempre en la misma posición. Y la última toma de este 2017, la 42 de la serie, ha llegado a tiempo para ser incluida en la muestra. Las vamos viendo, las mismas y distintas, año a año. Nicholas Nixon: impresiona ver, con una forma tan bien construida, un registro tan intenso del paso del tiempo.


* Nicholas Nixon. Comisario: Carlos Gollonet; Fundación MAPFRE, Madrid. Del 14 de septiembre al 7 de enero de 2018.  

PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.294, 9 de septiembre de 2017, pp. 22.