La irradiación del color
El Museo Thyssen
presenta una excelente exposición de una de las grandes figuras femeninas de la
vanguardia artística: Sonia Delaunay (1885-1979). El mismo Museo ya dedicó, de
octubre de 2002 a enero de 2003, una muestra a Sonia y a su marido y compañero
en la trayectoria artística: Robert (1885-1941). Y es que, en cierto sentido,
las figuras artísticas de ambos resultan indisociables: fueron forjando juntos
una línea de trabajo original y de una gran intensidad estética. El poeta
Guillaume Apollinaire, quien acuñó el término “orfismo” para caracterizar el
trabajo de Robert, afirmó sobre ellos: “Al despertarse, los Delaunay hablan de
pintura.”
Fotografía atribuida a Zockoll: Sonia Delaunay con creaciones de 'Casa Sonia' (Madrid, c. 1920). © Pracusa 2017633.
Sin duda, así fue. Pero, lógicamente, hasta cierto
punto. Como en el caso de tantas otras artistas mujeres, la obra de Sonia ha
sido entendida y valorada en buena medida a la sombra de la de su marido.
Afortunadamente las cosas han ido cambiando a lo largo de las tres últimas
décadas, con importantes trabajos críticos y muestras que se han centrado
específicamente en ella. Como es ahora el caso de esta exposición, la primera
personal de la artista en España. Todo un acierto. Que se refuerza, además, por
la calidad de las obras seleccionadas, el limpio montaje, y su pertinente
enfoque. Un enfoque que se articula a partir del carácter multidisciplinar de
la obra de Sonia Delaunay.
Philomène (1907). Óleo sobre lienzo, 92 x 54,5 cm. Centre Pompidou, París. En depósito en el Musée Fabre, Montpellier. © Pracusa 2017633.
Nacida en Ucrania, Sonia viajó en 1904 a Karlsruhe,
Alemania, para iniciar sus estudios de pintura. En 1906, se traslada a París,
donde en 1907 se produce su encuentro con Robert Delaunay, a través del crítico
y marchante de arte Wilhelm Uhde, con quien se casaría en 1908. Al parecer, se
trató de un matrimonio de “conveniencia” para poder seguir residiendo en Francia.
En 1910, se divorcia de Uhde, y se casa con Robert. El trabajo artístico de
ambos discurriría desde entonces en paralelo, y ya en 1912 Sonia realiza sus
primeros tejidos de “contrastes simultáneos”. Durante la Primera Guerra Mundial
los Delaunay viven en España y en Portugal, algo que tendrá una importancia
notable en el trabajo de ambos. Volvieron a Francia en 1921.
Cantantes de flamenco (Gran flamenco) (1915-1916).
Óleo y cera sobre lienzo, 174,5 x 143 cm. Museu Calouste Gulbenkian, Lisboa.
© Pracusa 2017633.
Mientras que Robert fue, primordialmente, un gran
pintor, en Sonia el dibujo, la pintura, el collage, la obra gráfica y el
diseño, en sus más diversas manifestaciones: edición, tejidos, moda,
decoración, forman parte de un mismo proceso. Ella misma subrayó este aspecto.
En un texto publicado en 1978, Iremos
hasta el sol, hizo notar: “No había ningún hiato entre mi pintura y mis
trabajos digamos «decorativos», […] ese «género menor» no había supuesto nunca
una frustración artística, sino una expansión libre, una conquista de nuevos
espacios; era otra aplicación de una misma búsqueda.”
Y eso: la voluntad de transgresión y síntesis de los
géneros clásicos y de los diferentes soportes expresivos, una marca o signo de
los planteamientos renovadores de la vanguardia artística, se vive con plenitud
en la exposición. En las
salas se reúnen más de 200 piezas. Además de dibujos, pinturas y collages, encontramos
libros y escenografías teatrales, diseños publicitarios, de interior, y de
moda, telas y vestidos.
Vestidos simultáneos (Tres mujeres, formas, colores) (1925).
Óleo sobre lienzo, 146 x 114 cm. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid.
© Pracusa 2017633.
Junto a la
diversidad de géneros y soportes expresivos concebida como unidad, el otro eje de gravedad del trabajo de Sonia Delaunay, en
este caso plenamente compartido con Robert, es la centralidad del color. En el
mismo texto antes mencionado, y en este caso aludiendo a su infancia en
Ucrania, afirmaba tajante: “Me atrae el color puro”.
En la búsqueda de la intensidad expresiva del color
como núcleo artístico resultó decisiva la concepción del «simultaneismo», un
concepto acuñado por Robert a partir de los planteamientos del químico
Michel-Eugène Chevreul (1786-1889), en un tratado publicado en 1839. En él, a
partir de un conjunto de experiencias sistemáticas y de una argumentación
basada en una composición aritmética de las luces, Chevreul establece lo que
llama ley del contraste simultáneo de los colores, que plantea que la
diferencia entre colores, cuando éstos se observan yuxtapuestos, se acentúa respecto
a cuando se observan separadamente sobre un fondo neutro. Un efecto conocido y
aplicado antes por los artistas. Por ejemplo, Leonardo da Vinci ya escribió
sobre ello.
Ritmo color (1964). Óleo y cera sobre lienzo, 97,5 x 195,5 cm. Musée d'Art Moderne de la Ville de Paris.
© Pracusa 2017633. © Musée d'Art Moderne / Roger-Viollet.
Tanto Robert como Sonia eligieron una articulación
simultaneista del color como línea expresiva, e intentaron aplicarlo a la
vibración rítmica de la modernidad, en la ciudad, en las máquinas y, en el caso
de Sonia, en toda la diversidad de registros expresivos de las artes y el
diseño. En ella, además, el punto de referencia más alto en la vibración del
color es el disco solar. En Iremos hasta
el sol habla de “la fuente solar” del simultaneismo, que caracteriza así:
“la base de la pintura del futuro. El sol se levanta a medianoche.” Ésta es, en
efecto, la luz que deslumbra en todo el conjunto de la obra de Sonia Delaunay:
el sol, la luz solar, como fuente vibrante de los colores yuxtapuestos. Que podemos
apreciar en los giros de los discos, de las hélices, de la pintura, de los
vestidos. En el simultaneismo yuxtapuesto de los colores. En la irradiación rítmica del color.
* Sonia
Delaunay. Arte, diseño y moda. Comisaria: Marta Ruiz del Árbol; Museo
Thyssen, Madrid. Del 4 de julio al 15 de octubre de 2017.
PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.290, 8 de julio de 2017, pp. 22-23.