Estar en la pintura
¿Quién fue…? ¿Qué queda hoy
de Jackson Pollock (1912-1956)…? Fue uno de los pintores más relevantes de la
primera mitad del siglo veinte. Y de él nos queda su impulso extremo para ir a
las raíces primarias del acto pictórico, un impulso derramado en un número
considerable de obras magníficas, en las que Pollock sigue viviendo. Entre
ellas, el deslumbrante Mural que
realizó en 1943 para la casa de Peggy Guggenheim en Nueva York, y que
afortunadamente ahora podemos ver en el Museo Picasso de Málaga.
Jackson Pollock: Mural (1943). Óleo y pintura con base de agua sobre lino, 247 x 605 cm.
University of Iowa Museum of Art.
Cada vez valoro más a
aquellos artistas “fuera de la corriente”, irrepetibles, únicos. Y creo que
éste es el caso de Jackson Pollock. Su modo de concebir la pintura, cuando
alcanza la madurez personal de su propuesta creativa, empieza y acaba en él
mismo. No hay línea de continuidad de Pollock después de Pollock. Irrepetible.
Un pintor que gotea sin límite hasta vaciarse. Hasta despojarse de sí mismo.
Uno de los obstáculos para
llegar a su obra es la dificultad de sustraerse al “personaje”. Al relato del
artista torturado, volcado en la expresión pictórica, de trato sumamente
complejo, y alcohólico: comenzó a beber con tan sólo quince años y moriría
tempranamente en un accidente de coche provocado por su ebriedad mientras
conducía.
¿Cómo forjó esa propuesta
artística irrepetible? Los primeros pasos hay que situarlos en su interés, en
los años de juventud, por la pintura de los muralistas mexicanos: Diego Rivera,
José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros. Esto significa, de entrada,
situarse en una condición expandida
de la pintura, que va más allá de los formatos tradicionales del cuadro.
Además, es sumamente
relevante recordar su trabajo, en Nueva York en 1936, como ayudante de
Siqueiros en un taller en el que el artista mexicano experimentó con materiales
pictóricos no tradicionales, como el esmalte, y con técnicas no convencionales,
como el goteo, el chorreo y la aerografía. Materiales y técnicas que Jackson
Pollock convertiría en instrumentos centrales de su expresión pictórica.
Fue también importante la
atención que prestó a las manifestaciones estéticas de las poblaciones nativas
de Estados Unidos, de los indios. Ya en su etapa de madurez, en 1947, el propio
Pollock indicó: “Mi pintura no nace del caballete. No tiendo nunca la tela
antes de pintarla. Prefiero fijarla en la pared o en la tierra. Me siento más
cómodo sobre el suelo, me siento más cercano, parte de la pintura, porque de
este modo puedo caminar alrededor, trabajar desde los cuatro lados y literalmente
estar en la pintura. Es un método
similar al de los indios del oeste, que trabajaban sobre la arena.”
Jackson Pollock.
Otro elemento importante en
su itinerario fue su encuentro son el surrealismo, a través de la exposición Arte fantástico, Dadá, Surrealismo, que
se presentó en el MoMA de Nueva York del 7 de diciembre de 1936 al 17 de enero
de 1937. Aunque hay que matizar que si en Pollock toma cuerpo un cierto
“automatismo surrealista”, se trata de una variante que no conduce centralmente
a la visualización y representación de la imagen, predominante en el
surrealismo. El automatismo expresivo de Pollock es eminentemente gestual, bucea en los elementos
plásticos primarios. A través del cuerpo, la emoción y la mente.
Conviene no olvidar tampoco
la gran impresión que, según él mismo manifestó, le produjo el Guernica, de Pablo Picasso, expuesto en
Nueva York en 1939. Entre la segunda mitad de los años treinta y el inicio de
los cuarenta, Pollock acabaría fijando su lenguaje artístico propio. Desde un
punto de vista personal, fue decisiva su relación a partir de 1942 con la
también pintora Lee Krasner, a quien había conocido en una fiesta navideña en
1936 y con quien se casaría en 1945. Con no pocas renuncias y sacrificios,
Krasner supo propiciar la estabilidad que el turbulento y alcohólico Pollock
necesitaba para poder vivir y pintar.
Jackson Pollock pintando, junto a Lee Krasner.
Otra mujer: Peggy Guggenheim,
resultó decisiva para la presentación pública y el reconocimiento de su obra.
En noviembre de 1943 organizó, en la galería de arte que entonces tenía en
Nueva York, la primera exposición personal de Jackson Pollock. En ese año, su
“lenguaje” o manera propios quedan ya plenamente definidos: trazos, líneas y
manchas de color, plenamente abiertos, diseminados, que en ningún caso buscan
la figuración. Construidos con el goteo, el chorreo y el vertido de la pintura.
Pollock era muy consciente
del contexto en el que trabajan los artistas modernos, con la intensa
producción y reproducción de imágenes propiciada por la tecnología. En 1951,
observó: “el artista moderno vive en una época mecánica y tenemos medios
mecánicos para representar los objetos de la naturaleza: el film, la foto. El
artista moderno, me parece, trabaja para expresar un mundo interior; en otros
términos, expresa la energía, el movimiento y otras fuerzas interiores”. Esto
último es, sin duda, otro dato de su proximidad al surrealismo.
Lo que Pollock construye es
un intrincado laberinto de líneas y manchas de color difusas, superpuestas,
diseminadas… que te llevan al vacío de la imagen, al flujo de una visión
extraviada que nos conduce al líquido primordial de donde brota la vida. Lo que
encontramos en sus pinturas son huellas. Un registro “musical” de la
representación en el que resuena el sonido de la pintura al caer sobre el
lienzo. Una partitura de los sueños del color y de la imagen no alcanzada. En
definitiva, huellas de aquello que somos y ni siquiera sabemos nombrar.
Jackson Pollock pintando.
Hay otro aspecto decisivo en
la madurez artística de Pollock: los numerosísimos registros fotográficos y
fílmicos en los que le vemos derramándose a sí mismo en la pintura. Jackson
Pollock fue, probablemente, el pintor más fotografiado, mientras pinta, de todos los tiempos. Su trabajo se muestra, y se
comprende, como una práctica performativa,
la suya es una pintura de acción.
Concluyo con otro párrafo de
las manifestaciones de 1947 antes aludidas. Dice Jackson Pollock: “Cuando estoy
en mi pintura, no soy consciente de lo que estoy haciendo. Es sólo después de
una especie de periodo de ‘familiarización’ cuando veo de qué se ha tratado.” Mirar
hacia dentro. Para, después, encontrarse. Desparramarse en el lienzo. Penetrar
en la tela. Jackson Pollock: estar en la
pintura.