La ficción de la imagen
En lugar de “Pienso, luego
existo” [Cogito, ergo sum], “Imagen,
luego existo” [Imago, ergo sum]. ¡Si
el pobre René Descartes levantara la cabeza…! Él, que en su Discurso del método (1637), creyó haber
encontrado en el argumento antes mencionado el principio de certeza que hoy
podemos situar como el impulso inicial, la primera formulación, de lo que luego
constituiría el despliegue del racionalismo moderno, ¿qué diría ahora, sumidos
como estamos en el remolino que nos absorbe de la imagen envolvente…?
Son éstas las cuestiones que
vienen a la mente, a nuestra sensibilidad, cuando recorremos la vibrante,
sugestiva exposición, de Joan Fontcuberta (Barcelona, 1955), uno de los
fotógrafos y teóricos de la imagen actuales de más profunda consistencia y
relieve en un plano internacional. Esta muestra es una magnífica ocasión para
tener una visión de síntesis de su obra, porque está articulada en un
itinerario transversal y retrospectivo de un amplio conjunto de sus series de trabajo.
Instalación serie Herbarium (1982-85).
El comisario, Sema D’Acosta,
aclara que la exposición sigue el planteamiento de Fontcuberta, para quien la
disposición de las obras en espacios expositivos o en publicaciones es
equivalente. En consecuencia nos encontramos ante fotografías, maquetas,
objetos, vídeos y publicaciones, que van desgranando una gran diversidad de
registros, todos ellos en torno al lenguaje y los sentidos del universo de la
imagen en que hoy vivimos.
En el Canal de Isabel II, se
nos presentan materiales de las siguientes series, que enumero en un orden
cronológico: “Herbarium” (1984) “Sputnik” (1997), “Securitas” (2001),
“Milagros” (2002), “Pin Zhuang” (2004), “Deconstructing Osama” (2007), y
“Trepat” (2014), que incluye el vídeo de una conferencia sobre “la fotografía
moderna” de Slavoj Fried. En los Museos de Ciencias Naturales y de
Antropología, con los mismos formato y lenguaje de las colecciones de ambos, se
presentan en el primero “Fauna secreta”, de la serie “Fauna” (1985-1989), y en
el segundo “La sirena del Tormes” (2006).
Instalación serie Fauna (1985-89)
¿Qué es lo que vemos…? El
espectador desprevenido tiene ante sus ojos toda una serie de imágenes y
documentos que se apoyan entre sí y que, utilizando el lenguaje y los
protocolos habituales de los medios de comunicación o de las instituciones científicas,
le trasladan, con una retórica que se impone como verdad, la existencia de unas
especies botánicas imaginarias, de un astronauta soviético eliminado de los
registros oficiales por el fracaso de su misión, de unas llaves de seguridad
con el perfil quebrado de las sierras de montaña, los milagros de un monje
iluminado en un monasterio ortodoxo, los dibujos y maquetas de un prototipo de
avión construido por el gobierno de China a partir de los restos de un avión
espía norteamericano derribado en aquel país, la figura de Osama Bin Laden en
proximidad, un conferenciante hablando sobre fotografía que podríamos confundir
con el intensamente mediático Slavoj Žižek, un supuesto empresario
de maquinaria agrícola coleccionista e impulsor como mecenas de la fotografía
de vanguardia, los registros fósiles y documentales de una fauna antes
desconocida, y los registros también fósiles y documentales que atestiguarían
la existencia de sirenas en el río Tormes.
Serie Sputnik (1997).
El espectador desprevenido no puede sino creer que todo ello es verdad, sin ningún tipo de duda: las
imágenes y los documentos así lo confirman. Pero, sin embargo, todo es ficción. Lo que Joan Fontcuberta
construye, como si fuera verdad, con residuos de experiencias verdaderas y con
la más sofisticada retórica de persuasión, es enteramente imaginario. Él mismo se sitúa como actor en algunas de las
escenas elaboradas, interpretando el papel de astronauta, o el de monje, o el
de Osama Bin Laden, o el de científico, con una caracterización que en todos
los casos lo hace creíble. Alcanzamos
así la clave central del trabajo de Fontcuberta, y que se expresa también con
el título de la exposición: en el mundo en que vivimos aquello que se transmite
como imagen y se apoya en documentos y registros de autoridad se recibe como
algo que es, aunque no sea, aunque se
trate de una construcción, de una ficción, de una mentira.
Todo esto se apoya en un
proceso que tiene su punto de origen en la invención de la fotografía que, al
tomarse como la plasmación visual de “algo que ha sido”, acaba concibiéndose
como prueba de algo que pasó o que
existió, como una especie de prueba notarial que supuestamente nos llevaría
como a estar allí directamente, como a poderlo ver con nuestros propios ojos.
Serie Milagros (2002).
Joan Fontcuberta ha tratado
con profundidad esta cuestión en sus escritos teóricos. En uno de ellos, en su
hermoso libro de 1997 El beso de Judas,
que lleva como subtítulo Fotografía y verdad,
Fontcuberta escribió: “Toda fotografía es una ficción que se presenta como
verdadera. Contra lo que nos han inculcado, contra lo que solemos pensar, la
fotografía miente siempre, miente por instinto, miente porque su naturaleza no
le permite hacer otra cosa. Pero lo importante no es esa mentira inevitable. Lo
importante es cómo la usa el fotógrafo, a qué intenciones sirve. Lo importante,
en suma, es el control ejercido por el fotógrafo para imponer una dirección
ética a su mentira. El buen fotógrafo es el que miente bien la verdad.”
Fotolibro, Trepat [edición de artista] (2014).
En conclusión: el fotógrafo es un fingidor. Y si esto
es siempre uno de los aspectos característicos de las artes, consideradas y
aceptadas como espacios de ficción,
no debería serlo en cambio en el plano de la recepción pública de la imagen.
Aquí, la cuestión de la verdad se enlaza con la dimensión moral y política:
¿quién o quiénes detentan el poder de las
imágenes, la capacidad para transmitir como verdad, lo que responde a
intereses casi siempre ocultos, que no se dejan ver…?
Lo que la obra de Joan
Fontcuberta transmite va en esa dirección: en la sociedad de la imagen, en la
que las relaciones públicas y sociales entre los seres humanos se configuran a
través de la escenificación en la imagen,
es necesario aprender a ver críticamente.
Hay que saber que la imagen es siempre
ficción, y por ello descifrar qué intención la modula en cada caso. Es así,
a través del ejercicio del pensamiento crítico, como podemos aspirar realmente
a alcanzar la libertad que como seres humanos anhelamos.
* Joan Fontcuberta.
Imago, ergo sum; Sala Canal Isabel II, Museo Nacional de Antropología y
Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid. Comisario: Sema D’Acosta. Hasta el 27
de marzo de 2016.
PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.214, 26 de diciembre de 2015, pp. 20-21.