Arte, vida en movimiento
Julio Le Parc: Superficie Color - Serie 14-E (1971).
Acrílico sobre lienzo, 200 x 200 cm.
En una propuesta tan
sugestiva como ambiciosa, una magna exposición en París presenta un siglo de luz y movimiento, de 1913 a 2013. Obviamente, la representación y la
utilización de la luz, y en buena medida también del movimiento, son
componentes centrales de las artes visuales a lo largo de su historia. De modo
que para comprender mejor los objetivos y límites de esta muestra es preciso
especificar que lo que se aborda en ella es lo que plantean movimientos como el
op-art y el arte cinético, así como otras propuestas que actúan como
antecedentes o como derivaciones de los mismos. Aunque podríamos igualmente
decir que la exposición se centra en la utilización artística de nuevos
soportes propiciados por la expansión de
la tecnología: la luz artificial en todas sus manifestaciones, los espejos,
las máquinas, los motores…
Lo
primero que llama la atención es el tamaño de la muestra: se ocupa la totalidad
de las galerías del Grand Palais (¡en torno a 3.700m2!), con obras
de cerca de 150 artistas, divididas en dos partes principales: «visión» y
«espacio», que a su vez se subdividen en dieciséis secciones. Particularmente
extraño resulta que las salas dedicadas a "los precursores", con
obras de Balla, Delaunay, Kupka, Duchamp, Richter, Calder, Rodchenko y Moholy-Nagy,
se sitúen al final del itinerario, y no al comienzo. Creo que estos datos son
relevantes para entender por qué resulta fallida una muestra como ésta, en
principio tan interesante: está demasiado descompensada y es sumamente
repetitiva. La sorpresa y la sugestión acaban dando paso, en ocasiones, al
cansancio y a una sensación de estar volviendo a ver lo ya visto.
François Morellet: Neones en el espacio (1969).
Tubos de neón, conmutador, 240 x 80 x 80 cm.
Y,
sin embargo, hay un conjunto de obras, de una calidad excepcional, que
justifican de sobra la visita y la atención del espectador. Destacaría, entre
ellas, las de Dan Flavin, Jean Tinguely, Jesús Rafael Soto, François Morellet,
Julio Le Parc, Carlos Cruz-Díez, James Turrell, o las más recientes de Anish
Kapoor y Ann Veronica Janssens. Confrontado con un mundo en cambio, ante las
intensas y aceleradas transformaciones de la vida moderna que propicia la
expansión tecnológica, el arte se apropia a su vez de los resortes
tecnológicos, con la intención de reflejar y, al mismo tiempo, cuestionar esa
nueva experiencia de la vida. La frase de Jean Tinguely: "La única cosa
estable es el movimiento, por todas partes y siempre", expresa bastante
bien ese nuevo estado de ánimo.
Ann Veronica Janssens: Bluette (2006).
Niebla artificial, filtros coloreados, 140 x 140 cm.
El
movimiento incesante, continuo, se convierte en el impulso nuevo de un arte
que, en su pluralidad de manifestaciones, quiere ir más allá de las
representaciones estáticas. Y, desde luego, nada más dinámico que la luz, en
sus innumerables reverberaciones, ondas y reflejos. Las propuestas lumínicas
introducen al espectador en la obra misma, subvierten sus esquemas perceptivos,
y abren la sensibilidad a un contacto poroso, intersticial, con el mundo. La
obra pierde su carácter objetual, la barrera entre su materialidad y la
experiencia individual del espectador se diluye. La obra se percibe como vida.
Como vida en movimiento, a través del dinamismo de la visión.
* Dynamo. Un siglo de luz y de movimiento en el arte, 1913-2013. Comisario general: Serge Lemoine; Gran Palais, París, hasta el 22 de julio de 2013.