Inmateriales
París era una fiesta
El conocido título en español de una de las últimas novelas de Ernest Hemingway (en su versión original: A Moveable Feast, 1964), en la que éste evoca la época en que París era el centro del mundo del arte y la ciudad cosmopolita donde algunos jóvenes escritores estadounidenses vivían, amaban y desarrollaban su obra, nos sirve como referencia de una maravillosa exposición: La aventura de los Stein, que puede verse en el Grand Palais de París hasta el 16 de enero de 1912. Un ambiente evocado también recientemente en la hermosa película de Woody Allen Medianoche en París (2011).
Centrada en esos tres hermanos: Leo, Gertrude y Michael, el mayor, y en la esposa de éste: Sarah, que se instalan en París a comienzos del siglo XX, la muestra reconstruye la pasión con la que se aventuran en el descubrimiento del entonces naciente arte nuevo, en su apoyo a los en aquel momento jóvenes y desconocidos artistas, convertidos hoy en maestros clásicos de la modernidad, y en la formación de una colección artística fastuosa, actualmente dispersa en algunos de los museos más importantes del mundo.
El importante esfuerzo realizado para reunir una buena parte de las obras de los Stein, junto a la reconstrucción modélica con fotografías y todo tipo de documentos de las situaciones que fueron viviendo, permite un encuentro directo con aquella época. Como en las narraciones heroicas, Leo Stein situaría como factor desencadenante la impresión que experimentan los cuatro cuando en su visita al Salón de Otoño de 1905, precisamente en el Grand Palais, "descubren" el cuadro de Henri Matisse Mujer con sombrero. "Era", recordaría más tarde Leo, "lo que había esperado siempre, inconscientemente, y me habría dado cuenta inmediatamente de ello, si no me hubieran sido necesarios algunos días para superar la factura desagradable del cuadro".
Henri Matisse: Mujer con sombrero (1905).
Óleo s. lienzo, 81 x 65 cm.
Colección particular.
Podemos comprender así el desajuste perturbador que debió experimentar la mirada del público ante una nueva modulación de los lenguajes artísticos que rompía definitivamente con las convenciones clásicas de la representación, aquellas que habían funcionado establemente durante cinco siglos de arte europeo. Los Stein se introducen con pasión en ese nuevo mundo del arte y, tomando como referentes a "los cuatro grandes": Manet, Renoir, Degas y Cézanne, entablan una relación directa con los más jóvenes, en particular con Matisse y con Picasso. Sarah y Michael serán los primeros grandes defensores de Matisse, y Gertrude acabaría desarrollando una intensa amistad, llena de intercambios mutuos entre literatura y arte, con Picasso. Éste la inmortalizaría en el conocido retrato de 1906, que anticipa el tratamiento del rostro como máscara que florecería plenamente con Las señoritas de Aviñón (1907).
Pablo Picasso: Retrato de Gertrude Stein (1906).
Óleo s. lienzo, 100 x 81,3 cm.
The Metropolitan Museum of Art, NY.
Por cierto, otra interesante exposición, aunque de menor envergadura, que puede también visitarse ahora: Cézanne y París, en el Museo del Luxemburgo hasta el 26 de febrero, y que reconstruye la importancia de París en la formación y adquisición de la madurez artística de Cézanne, es un complemento interesante de la muestra sobre los Stein. En ella podemos apreciar que, a diferencia de los Stein, a Cézanne le interesaban más como motivos artísticos los alrededores campestres de París que los ambientes mundanos de la gran ciudad. Pero podemos también ver un soberbio retrato de su esposa, realizado entre 1888 y 189o, y hoy en el Art Institute de Chicago, que con sus rasgos hieráticos y su rostro de máscara es, sin duda, uno de los eslabones que conducen al retrato de Gertrude por Picasso.
Paul Cézanne: La Sra. Cézanne en un sillón amarillo (1888-1890).
Óleo s. lienzo, 80,9 x 64,9 cm.
The Art Institute of Chicago.
No sólo coleccionistas, también escritores sobre arte e incluso, en el caso de Leo, teóricos, los Stein acabaron convirtiéndose en uno de los ejes de la vida artística e intelectual parisina. Sus veladas de los sábados eran el punto de reunión del "todo París" y de las personalidades extranjeras de paso por la ciudad, que acudían para ver las obras de Matisse y Picasso, junto a las de Manet, Renoir y Cézanne, y para establecer contactos y recibir todo tipo de impulsos e incitaciones creativos. Es verdad que ese momento "heroico" no volverá ya nunca, pero es francamente estimulante sentir cómo la libertad creativa e intelectual alcanzó entonces una plenitud de la que hoy nos sentimos herederos.
PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1020, 26 de noviembre de 2011, p. 28.