Inmateriales
El espacio de Chillida
José Jiménez
A lo largo de este año, en el que se cumplen cuarenta desde que iniciara su actividad, la Galería Juana de Aizpuru está desarrollando un magnífico programa de exposiciones que, uniendo la mirada retrospectiva y la proyección hacia el futuro, vuelve a proponer la obra de algunos artistas presentados durante ese largo periodo y permite con ello apreciar su decisiva aportación al conocimiento y la circulación del arte de nuestro tiempo en España. La última de esas muestras, que acaba de inaugurarse, está dedicada a Eduardo Chillida y constituye, en mi opinión, una de las mejores exposiciones presentadas en Madrid durante 2010.
Se articula a partir de una gran obra realizada por Chillida en 1992 para un espacio público de Sevilla: Homenaje a la tolerancia, y consta de 42 piezas, todas ellas pertenecientes a la familia Chillida. Esculturas de pequeño formato en acero cortén, alabastro, terracota y cerámica, junto a un notable conjunto de obras sobre papel: gravitaciones, collages y dibujos a tinta. Entre las esculturas están, por ejemplo, el proyecto-maqueta del monumento a la tolerancia o el segundo proyecto para El peine del viento. Con un limpio y excelente montaje, que permite la aproximación íntima y el diálogo con el detalle de las piezas, la muestra reúne una síntesis intensa y elocuente del admirable universo creativo de quien supo hacer de la escultura expresión sutil de la línea en el espacio, ejercicio poético de roturación del vacío.
En el texto que escribió, en 1994, para su Discurso de Ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, Eduardo Chillida plantea si la geometría sería coherente únicamente cuando el punto no tiene medida, respondiendo que, para que todo funcione, ese punto "necesita no tener medida y sin embargo ocupar un lugar". Esa dimensión paradójica es la que alienta en su manera de entender la escultura, más allá de las formas ingenuas de representación, como búsqueda en el espacio de lo que no es evidente a nuestros ojos. "Yo no represento, pregunto", escribe Chillida. En último término, lo que haría posible la escultura son los límites que existen en el universo físico gracias al espacio.
Chillida se sitúa en continuidad con una de las formulaciones más fecundas del programa de la escultura moderna, la que expresó Julio González al afirmar que la escultura es "el dibujo en el espacio". Pero no se detiene ahí. Hay que ir más allá. Se trata de articular "el espacio con su hermano el tiempo", introducir la dimensión temporal en la escultura. Y en esa perspectiva, Chillida nos desvela una de las claves más profundas no sólo de su trabajo, sino de la vía por la que las formas más consistentes de arte llegan al ser y alcanzan perduración. La escultura fluye del diálogo que se produce entre la materia y el espacio, pero "la maravilla" de ese diálogo se debe a que el espacio "es una materia muy rápida", o a que "la materia es un espacio muy lento". El arte, en todas sus manifestaciones, brota de esa capacidad de atrapar la densidad temporal: rapidez, lentitud, que se plasma en las obras. Por eso éstas perduran.
Eduardo Chillida. Este gran escultor: sus obras, su pensamiento, son patrimonio de toda la humanidad. Patrimonio que debe ser guardado y cuidado, transmitido a los seres humanos de hoy y a las generaciones del futuro. Por eso resulta decisivo hacer algo para dar continuidad a Chillida-Leku, al espacio de Chillida. Ofrezco una sugerencia. El 31 de julio de 2009, el Consejo de Ministros del Gobierno de España aprobó el Real Decreto de Constitución de la Red de Museos de España. Chillida-Leku podría integrarse en dicha Red, tras constituirse un Patronato integrado por la familia Chillida, el Ministerio de Cultura y el Gobierno Vasco, siguiendo el código de buenas prácticas, y que asegurara su mantenimiento y continuidad, desarrollando también un programa de exposiciones temporales y otras actividades. No es algo difícil, simplemente hay que querer.
PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), 18 de diciembre de 2010, p. 32.